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Para Yoongi no había palabras que describieran lo que siente por Jimin, pues no hay palabras suficientes para describir las cosas que él ha hecho, y es que siendo un pianista aun no puede crear la armonía que represente el alma de su pequeño Jimin, y por lo tanto aun no puede conjurar lo suficiente como para agradecerle, pues hace sus días más brillantes aun cuando está oscuro, lo hace sonreír incluso estando en un peor estado, siempre atento escuchando cada historia, cada inseguridad, cada secreto. Min Yoongi siempre tiene una sensación de constante felicidad gracias a Park Jimin.

Yoongi no solo observaba su belleza, porque era más que eso; él irradiaba, él brotaba arte y poesía, de la misma manera en que lo vio el primer día. No podía creer que en este planeta exista alguien con una sonrisa más resplandeciente que esa, y es que ver a Jimin sonreír mientras le es reconocido su calidad de artista delante de cientos de personas no lo podía hacer mas feliz.

Pues su pequeño compañero de escenario se merecía todos los reconocimientos habidos y por haber. Pero no sabía que el único reconocimiento que Jimin anhelaba era el suyo. Solo una sonrisa y unas palabras de admiración por parte del mayor descolocaban al menor y lo elevaban a las estrellas.

Ahora era el turno del mayor de ser ovacionado por el publico presente. Al menor le encantaba cuando las mejillas del pianista tomaban un tinte rojo cada vez que le era reconocido su talento. Aquello siempre le hacia recordar la primera vez que se habían conocido, la primera vez que terminaron un ensayo, la primera vez que se presentaron ante un público, la primera vez que se besaron.

El primer beso.

"¿Quieres un besito?" ofreció Jimin con una impune ternura, y Yoongi asintió. "Pero uno de verdad, porque siempre nos damos piqui...". El mayor lo interrumpió. Lo tomó del cuello con su mano, con toda la delicadeza que jamás tuvo un elaborador de sedas. Lo besó con parsimonia, digno de unos labios tan finos. Varias veces repitieron los mordiscos y chupones poco intensos.

Fue el beso más largo de la corta vida del menor. Pero lo que resultaba impresionante de todo esto, es que era suyo aquél prolongado beso.

Días después de lo sucedido, seguía sorprendido con su decisión, aún se preguntaba cómo rayos el mayor había dejado que lo besara. Era gracioso, el menor estaba seguro de lo que hacía: sabía que aquel joven de cabellos negros valía la pena y la alegría, las risas y los llantos, los besos y los abrazos, las palabras y las caricias, su corazón y su amor.

Pues para el menor todo aquello solo sucedió, sin que se diera cuenta, sin que pudiera detenerlo... era él, con el universo en sus ojos, con una sonrisa de niño, con la ternura de un ángel, con un latir melodioso. Es él y Jimin lo adoraba. Quería cada parte de Yoongi, anhelaba cada extremo de su cuerpo, cada lunar que adornaba su tez, cada pestaña que cubría aquellos ojos con los cuales siempre soñaba.

El bailarín estaba enamorado del pianista.

El mayor amaba al menor.

Park Jimin y Min Yoongi, ambos eran la complementación del otro. La suavidad que el otro necesitaba, la estabilidad que les hacia falta, el equilibrio que encontraron juntos, la armonía que creaban con sus besos, sus toques, sus caricias. Incluso eran esas lágrimas derramadas, las palabras dichas y las que se quedaron atoradas en la garganta, las acciones inocentes y las lujuriosas.


ARTE / Min Yoongi - Park Jiminحيث تعيش القصص. اكتشف الآن