Capítulo 6 / Frío calvario

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No había tardado Joan en llegar a aquel callejón.

Eran poco más de las diez de la noche y era una suerte para él que el banquete hubiera finalizado antes. De todas maneras, no era mucho lo que se pretendía: Una reunión privada, con unos cuantos invitados, mayormente conocidos y familiares. Y tras un rato de estar dentro de aquella masa de personas, Joan finalmente podría estar el resto de la noche acompañada de su recién casada esposa Alondra.

No obstante, en el momento justo en que había conseguido separarse por un rato de su esposa, recibió una llamada. Era de alguien, seguramente algún achichincle suyo, notificándole algo. Quizás una noticia buena, pero a la vez preocupante, pues sin haberse dado cuenta, pasó a ser de un hombre romántico y enamorado de su pareja a ser alguien con una mentalidad fría y sin piedad por nada.

— ¿Ya lo tienen? —preguntó en forma indirecta.

Ya lo tenemos, señor. Lo traemos bien amarradito como cerdo —respondió aquel sujeto—. Usted dirá qué hacemos con él.

En ese momento, vio que a su esposa de lejos, y con tal de evitar que ella escuche algo comprometedor, tuvo que ser escueto con su empleado y limitarse a decir aquellas palabras.

— Despáchenlo entonces, pero ya sabes, sólo despáchenlo, volveré a llamarles después. ¿Entendido? Ok, Adiós.

Cuando terminó de hablar por teléfono, su esposa ya estaba lo suficienemente cerca como para preguntarle quién era la persona con la que hablaba de un modo tan frío y misterioso. Él sólo dijo:

— Asunto de negocios, preciosa.

— ¿A esta hora?—pregunta ella curiosa por la situación.

— Sí, pero nada de qué preocuparse—. Dijo él, intentando desviar la atención de su esposa—. Será mejor que vayamos al hotel. Ya empezó a hacer más frío y pronto comenzará a nevar. ¿Qué tal estuvo la banda?

— Maravilloso— respondió ella con plena alegría—. Fue... fue... como decirlo... espectacular. Jamás olvidaré haber estado junto a los Red Hot Chili Peppers. Incluso hasta me tomé fotos con ellos.

— ¿En serio?

— Sí. Y uno de ellos firmó mi vestido. Mira.

— Ya veo— dijo él sin más —. Será mejor que nos vayamos. La fiesta terminó.

— Tienes razón. Vámonos.

Ambos se encaminaron hacia el hotel en el que estaban hospedados, pero había el pendiente de que Joan tenía algo que hacer justo en ese momento de plena privacidad con su esposa. Sea lo que sea por lo que estuviese pasando ahora él tenía que ingeniárselas para separarse de su esposa por un rato e ir a ver lo que estaba pasando. Y sin que su esposa sospeche de ello. Pero, ¿por qué ocultar ese "asunto de negocios" a su querida mujer? ¿Acaso Joan ocultaba algo malo? ¿Por qué ahora deseaba separarse de su mujer por un momento? ¿Quién era aquella persona que lo había llamado? ¿Y qué era o quién era esa cosa que estaba "amarradito como cerdo"?

Una vez estando dentro de aquel cuarto, Joan se limitó a decirle a su mujer que se tenía que ir nuevamente.

— ¿A esta hora? ¿A qué amor?

— Necesito atender con urgencia un asunto de negocios. Es ahora o nunca— dijo él sin demasiada explicación—. Te veré luego.

— Pero amor, es nuestra noche de bodas. ¿Es que acaso no puedes atender ese asunto mañana?

— No puedo, amor. Volveré en un rato.

Y así se fue aquel hombre, sin más, de aquella habitación. Sólo él sabía a dónde iba a atender su "asunto de negocios", que además incluía algo que estaba bien "amarradito como cerdo". Pero, ¿por qué no decírselo a su mujer? ¿Acaso no confiaba en ella? ¿O es que de verdad, aquel asunto de negocios iba a incluir algo nada legal?

A la luz de las velasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora