La nueva línea

79 0 0
                                    

Seis años después

Una linda historia que hace mucho leí me la contó de nuevo la hija de mi colega, Azul.

—Y entonces —pausó frunciendo el ceño, tratando de ella misma dar un buen flujo a su historia—.... Ah, y entonces el niño decidió que buscaría a su amigo y.... y arreglaría él problema en el que los había metido a ambos por su mala conducta —(un término sacado de clase seguramente)—, que había tomado con sus padres, con su amigo el sacerdote, con... con... y después-

—¿Tú crees que el los metió en ese problema? —pregunté, cuestionándole con cara solemne. A ella le gustaba eso.

Su pequeño rostro angelical arrugo sus suaves facciones.

—Mmmm..... sí.... ¿O no?

Levante ambas cejas.

—No sé. Tú dime.

Azul llevo su diminuto dedo regordete a los labios, exagerando el gesto de pensar. Azul era tan exagerada como un infante de su edad puede serlo. Es decir, bastante, pero a esa edad más que molestarte te parece simpático. Azul era igual a su madre en una versión más honesta y libre.

Azul no tenía inhibiciones nunca.

Yo rezaba porque se mantuviera así, a pesar de saber que no pasaría eso.

—No, dime tú. —Me señaló—. ¿Qué piensas? —Levanto sus hombros junto con sus palmas hacia arriba como alas de ave. Reí.

—Niña, yo te diré lo que pienso. —Oh, mi colega y su madre (misma persona) se aproximaba. Por alguna razón (la cual sospecho sé cuál es) a ella no le agradaba que su hija y yo nos apartemos del bullicio del estudio, para que la niña se siente en mi regazo a contarme historias que a ella le dan razón para rodar cruelmente los ojos—. Yo pienso que deberías estar terminando de leer ese cuento para que la próxima semana me digas bien de qué trato. 

Intuyendo que sucedía, o quizá oyendo las pisadas de tacón, Azul retiró su manita de las mías y la uso para sostenerse de mi hombro al virar. Su madre, Susie, venía hacia nosotras con cara de tigre enjaulado.

Con sus ojos rasgados y todo.

—Oh oh —dijo mi amiguita.

Sip, oh oh.

Aunque sabía que Susie —no sé porque simplemente no la llamábamos por su nombre completo, un momento, si sé— no me diría, ni cambiaría su tono de voz al dirigirse a mí, y tampoco le diría nada a su hija en frente de mí. Ella simplemente la arrebataría de mis brazos dándome la sonrisa más hipócrita y apretaría sin lastimar el brazo de Azul al llevarla a la silla más lejana. Lo más seguro es que utilizaría su persuasiva voz de sirena como lo hacía con nuestros clientes para convencerla no acercarse de nuevo a mí.

Aunque esto último solo lo sospechaba.

—Azul —llamó a la infante regalándonos la sonrisa que menos llegaba a sus ojos. Esta solo apretó su agarre en mi hombro—. Azul ven aquí, necesito hablar con Giselle.

Susie estaba a cargo de los castings. Yo prefería no meterme en eso. Las modelos y sus ojos parlantes de ambición me causaban estragos internos, apreciaba mucho no estar presente. Bueno si estaba presente, pero el tipo de presente que es para hacer acto de presencia y nada más. Después de todo, la mitad de la empresa era mía y todas las decisiones me concernían. Pero los castings, y las modelos que mandaban las agencias... no, no, simplemente no.

—Ahora. —El tono de Susie adquirió un tono severo. Azul se encogió pero obedeció. Se bajó de mi regazo y yo la dejé. Cuando me miro le di una sonrisa tranquilizadora y asentí. Azul sonrío tímidamente, luego dio media vuelta y comenzó a caminar lejos de nosotras—. ¿A dónde rayos te diriges?

Corazón enfermo (LÉSBICO)Where stories live. Discover now