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Cuando Zeke despertó, Pieck ya no estaba a su lado.

La luz solar que entraba por entre las delgadas cortinas que había en las ventanas, le hizo saber que ya era bastante tarde a comparación de las horas en que solía despertar e iniciar su día. Sin embargo, no hizo falta preguntarse la razón por la que lo dejaron dormir hasta esa hora, así que simplemente se giró sobre la cama, ocultando el rostro en la almohada donde descansó la cabeza de su adorada Pieck. Permaneció así un par de minutos, inhalando el olor que había quedado impregnado.

Se preguntaba a qué hora se había marchado ella, y por qué no le había despertado antes de hacerlo, aunque normalmente no lo hacía. Era costumbre entre ellos que, por las mañanas, uno de los dos se marchara antes de que alguien fuera a encontrarlos juntos en la habitación del otro. Usualmente, era él quien se marchaba primero, pero en aquella ocasión ella había insistido en usar su cuarto para pasar la noche.

Y Zeke no se quejaba. Rara vez lo hacía cuando era precisamente esa mujer quien le pedía algo, a decir verdad. Pieck le gustaba, como pocas cosas en ése desagradable lugar. Siempre le daba todo, sin importar el costo. Y a pesar de eso, era rara la ocasión en que fuera ella quien quisiera algo; Zeke era el que más cosas pedía.

Claro, era perfectamente consciente de que no era el único que se fijaba en ella, pero sí era el único que recibía su atención de forma especial y esos tratos; era el único que se derretía entre sus brazos y sus piernas.

Dejó escapar un suspiro al momento de levantarse, arrastrando consigo la sábana que tenía encima y que cubría su desnudez. Masajeó el puente de su nariz con sus dedos índice y pulgar, para después ponerse los lentes que reposaban en el buró que se encontraba a su lado.

Sonrió entonces, ligeramente.

A pesar de la locura y el desorden que podría resultar de una noche de sexo entre los dos, le resultaba gracioso que tuviera la decencia de quitarse las gafas y dejarlas en un lugar seguro. Ese pequeño detalle contrastaba con el resto de su habitación. Ropa suya tirada en el suelo, sus botas desordenadas en la entrada, los calcetines en una esquina y... bueno, todo era un desastre. Sin embargo, no dejó que eso – y el resto de las cosas que pasarían ese día – le bajaran el ánimo que quedó en él después de la noche anterior, así que se dispuso a limpiar y recoger todo antes de pensar en salir, aunque a decir verdad no tuviera muchas ganas de hacerlo. Si pudiera, encantado pasaría todo el día ahí, encerrado, pero por desgracia era el Jefe de Guerra, así que debía dejar algunas cosas listas antes de partir.

Una vez que su habitación quedó presentable, salió de ahí.

Su camino hacia afuera se vio interrumpido por un soldado de Marley, que lo esperaba afuera de su cuarto.

-Jaeger, lo esperan en el comedor – le indicó con tono seco, a lo que él respondió con un simple asentimiento y, sin más, fue a donde le llamaban.

Quizá pensaban reprenderlo por haber dormido tanto, pero... aparentemente estaba equivocado.

El comedor estaba vacío, a excepción de Colt, que lo esperaba de forma paciente y serena frente a una mesa. A pesar de su expresión facial, Zeke notó que estaba nervioso. La forma en que evitaba mirarle a los ojos, el temblor en su voz y en sus manos lo dejaba muy en claro.

Bueno, no podía culparlo. Después de todo, era comprensible, aunque él no recordaba haberse sentido así cuando fue su turno.

-Pedí que cocinaran lo mejor que tuvieran para usted – la voz de Colt hizo que Jaeger interrumpiera sus pensamientos deprimentes y se fijara en los platillos que estaban sobre la mesa.

Antes de que nos olvidenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora