| | «C a p í t u l o 11» | |

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Con decir lo que uno quiere hacer, alcanza, el problema es pronunciarlo de forma correcta. El poder es intuitivo, espontáneo. No puede enseñarse en realidad. Cualquiera puede utilizarlo si sabe cómo hacerlo; por fortuna, los mortales no han descubierto esto todavía. Si las personas supieran que pueden hacer magia cuando quieren el mundo se volvería sumamente aburrido en pocas décadas.

Lo mejor es que Dorian crea que los hechizos me pertenecen solo a mí y que se los enseño porque es mi elegido.

—¿Qué deseas hacer? —le pregunto. Mi voz es un susurro en el silencio de la biblioteca. Desde la muerte de Margaret Gray, en la mansión casi no se oyen sonidos.

—Dormir a alguien, ¿puedo? —consulta Dorian. Busca hechizos útiles para sus planes futuros.

—Claro que puedes —respondo. Quiero decirle que en realidad no hay límites, pero prefiero ahorrarme ese dato—. ¿Recuerdas la palabra para dormir?

Mi protegido asiente.

—Entonces, repite. Y anota cualquier término que no conozcas. Sé que los conectores pueden ser un tanto confusos: Bouin Nitsje, nombre de la persona. Boiun Nitsje, dureamo nout int nort aguekhe artp y el número de horas que quieres que duerma. ¿Recuerdas los números?

—Sí, los recuerdo. ¿Qué significa todo eso? —Sostiene la pluma en su mano.

—Es intraducible y lo sabes. Las construcciones son diferentes, Dorian, pero supongo que es algo como "buenas noches, persona, buenas noches, comienza ya a soñar y no te despiertes hasta dentro de tantas horas" —cambio algunas cosas para no darle los detalles del idioma original.

—Nitsje es noche —susurra mientras anota.

Dejo escapar un bostezo innecesario. No estoy cansado —no puedo sentir cansancio en realidad—, pero quiero dar a entender que me estoy aburriendo de este asunto. Mis enseñanzas no son sobre magia, sino sobre lenguaje.

Para que el mundo se mueva a voluntad de alguien, solo debe conocerse el idioma ancestral de la naturaleza que ha quedado olvidado. Quien sabe hablarlo puede hacer lo que quiera.

Entonces, se me ocurre algo para incomodar a Dorian.

—Disculpa que interrumpa nuestra conversación, mi querido amigo, pero ¿qué clase de obsequio le llevarás al rey? —Sé que no ha pensado en nada. Es más, sospecho que recién ahora nota el detalle.

—¿Obsequio? ¿Tengo que regalarle algo al segundo hombre más adinerado del reino? ¡Pero si lo tiene todo! —Alza la voz, exasperado—. Y la audiencia será mañana, no tengo tiempo de importar algún vino exótico. —Me observa con odio—. Usted sabía que esto era importante y no me ha dicho nada —acusa.

—Exacto —admito—. ¿Por qué iba a decirte? No soy tu secretario y lo sabes, Dorian. Agradece que al menos he tenido la cortesía de mencionar el asunto el día anterior. Podría haberte visto humillado frente a su majestad. Me encantaría, de hecho. La imagen mental de tu orgullo pisoteado ante la decepción real me parece exquisita. Y, sin embargo, me he sentido misericordioso porque creo que será incluso más divertido el verte triunfar mañana para poder continuar con tu plan.

Dorian se pone de pie. Camina en círculos alrededor del área central de la biblioteca. Se lleva una mano a la mandíbula y con la otra juguetea con un mechón de cabello. Arquea un poco la espalda, pero no mucho. Mientras tanto, yo estiro mis brazos en el aire y lo observo.

Ambos sabemos cuál es la respuesta a su problema, pero quiero que él la descubra sin mi ayuda.

Pasan los minutos con prisa. Dorian pierde la paciencia progresivamente hasta que, de repente, se detiene en seco y sonríe. Ha llegado a la misma conclusión que yo: Rufus Hallward.

El joven Gray corre hacia el escritorio más cercano y comienza a redactar una carta. Explica en ella la urgencia del asunto, un par de ideas y sugerencias, un listado de materiales que enviará junto con el mensajero y el generoso pago que ofrece: la mitad se entregará hoy mismo, el resto será luego de la audiencia.

Firma con sus iniciales, enrolla el papel sin demasiado cuidado, lo ata y culmina el recado con el sello de cera que muestra el emblema familiar.

Con todo listo, sale corriendo de la biblioteca. Tiene que pedir que se preparen los materiales y que se lleve la carta de inmediato al taller.

—"No olvides que es posible que ninguno de los Hallward sepa leer, Dorian. Envía a un mensajero letrado" —sugiero en su mente. Sé que no debería hacerlo, pero realmente espero que el monarca acceda a su pedido y le permita continuar con el plan. Quiero divertirme por tanto tiempo como sea posible.

—"Lo sé" —miente él. Parece que olvida que una parte de mí habita en su cabeza.

 Parece que olvida que una parte de mí habita en su cabeza

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En el próximo capítulo conocerán al rey y su corte. Creo que lo que sigue les encantará.

Corromper a Dorian Gray  (CDLH #1) (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora