| | «C a p í t u l o 11» | |

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I

Dorian Gray ha pasado la primera prueba. Superó mis expectativas. Todavía me resulta extraño aceptar que un mero humano haya logrado sorprenderme de esta forma.

Las siguientes semanas transcurren lentas, en medio de la lucha contra la monotonía del encierro. A mi protegido se le prohíbe abandonar la mansión hasta el día de la audiencia con el rey Reuben VI. Ambos sabemos que el tedioso sacrificio del aburrimiento valdrá la pena. Un mes aprisionado entre los lujos de la mansión no se comparan con las décadas de gloria que le esperan.

Aprovecho este tiempo para hacerme presente como invitado especial y socio de confianza del nuevo líder del negocio familiar. Solo he necesitado falsificar un par de documentos y nadie ha dudado de mí. Con una habitación permanente en la mansión Gray, ya no necesito mi departamento. Ya no tengo que preocuparme por estupideces mundanas como el dinero; es todo un alivio poder centrar mi atención en Dorian y en sus planes.

Admito que los sirvientes me encuentran extravagante, pero eso no es un problema. En mi infinita existencia he sido testigo de pasatiempos y manías sin pies ni cabeza. Una vez me topé con un rey que dormía con los pies envueltos en salame porque una supuesta bruja le dijo que eso le ayudaría a evitar quedar inválido cuando envejeciera. En otra ocasión seguí a una princesa que se bañaba en piscinas de sangre de dragón, leche de grifo y alcohol destilado para conservar su belleza. ¡Ridículo!

Mis rarezas son más entendibles, más prácticas, y las llevo a cabo solo en privado. Me paseo descalzo por los pasillos cuando no tenemos invitados y a veces disfruto de quedarme en camisón toda la jornada. Ceno con las manos porque detesto el ruido que hacen los cubiertos contra los platos y otras nimiedades varias que no valen la pena mencionar.

Dorian detesta mis modos, mis caprichos. Y yo busco constantes formas de inventar nuevos pasatiempos que le desagraden. Ofender su buen gusto es casi un deporte para mí. Me encanta ver la resignación en su rostro al saber que no puede contradecirme, al comprender que, aunque yo no lo diga, tengo poder sobre él.

 Me encanta ver la resignación en su rostro al saber que no puede contradecirme, al comprender que, aunque yo no lo diga, tengo poder sobre él

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II

Sin mucho más para hacer, Dorian ha aprendido algunos vocablos de mi lengua original. Son pocos porque prefiero no revelar los límites del poder, pero me ha parecido prudente enseñarle algún que otro truco útil. Lo bueno de mi magia es que no requiere de preparativos ni de hechizos para memorizar.

Nunca comprenderé de dónde sacan los humanos la imaginación suficiente como para inventarse que, para hacer magia, se requieren varas de madera de yo qué sé qué árbol, agua de manantiales fantásticos inexistentes, el toque de una deidad bondadosa, pesados libros antiguos con encantamientos y pociones ridículamente complicados, círculos y dibujos extraños que no significan nada, piedras catalizadoras del flujo de poder innato que todos poseen y otras baratijas. Los objetos no poseen poderes, los seres vivos sí.

Corromper a Dorian Gray  (CDLH #1) (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora