–Papi, papi, papi– chilla ilusionada enseñándome el regalo– Mira, es de Fosen.

Miro a Vicky, pidiéndole una traducción, dado que yo con las princesas no me llevo muy bien. Ella se ríe y enseguida me aclara:

–Frozen. La vimos el otro día Ryan.  

–Me gustan los abrazos calentitos– Añade Edward, abrazándose al cuello de su madre.

–¡Ahh! Ya. – Digo al recordar la película que mi hija ha visto una veintena de veces, en la que siempre me quedo dormido– En la que muñeco se llema falo al revés.

–¡Ryan! – Me reprenden mi mujer y mi madre a la vez.

Sonrío como un niño inocente, pero la borro en cuanto oigo a Julieta decir:

–Falo…– Y acto seguido se carcajea.

Busco la mirada de Vicky, quedándome a cada segundo más blanco. Ella se enconge de hombre y coge a Edward, para juntos salir de la piscina.

–Falo– Vuelve a repetir la pequeña.

Vicky y mi madre se miran cómplices y yo decido salir del agua, e intentar borrar lo que la pequeña e inocente boca de mi hija acaba de pronunciar. No obstante, la niña tiene otros planes, y se pasa todo el rato pronunciando la palabra nueva. Oigo a Vicky aguantarse la risa mientras la viste. Yo me encargo de Edward, mientras mi madre se encarga de prepararles la maleta. Los niños pasaran el fin de semana con los abuelos, y así mi mujer y yo podremos retozar como salvajes por toda la casa.

Una vez todos estamos aseados y vestidos con ropas secas, salimos de nuevo al porche para colocar la mesa donde cenaremos. Los niños se quedan jugando con la abuela y los perros, mientras Vicky y yo nos encargamos de la cena. Mel y Jason, llegan a la hora acordada.

–Mira a quienes tenemos aquí– Exclama mi mujer acariciando la barriga de seis meses de su mejor amiga– ¿Cómo se está portando la pequeña princesita?

–Ni lo menciones. Que ganas de que salga ya.

Le dedico una mirada cómplice a Jason, de esas que solo entiende los hombres. Le tiendo una cerveza y agradecido la acepta.

–¿Y los monstruitos? – Pregunta la morena.

–En el jardín, con la abuela. –Le informa Vicky.

–Id con ellos, Jason y yo nos encargamos de la cena.

No hace falta que lo repita dos veces, las mujeres abandonan la cocina dejándonos a los hombres solos, donde el tema de conversación se centra en los deportes. Entre cervezas y fútbol preparamos el pollo, la ensalada, y varios platos de picoteo. Mis suegros no tardan en aparecer, y como no, mi querida suegra cargada con comida. Por mucho que le pidas a esa mujer que no prepare nada, a ella le entra por un oído y le sale por el otro.

Cuando todo está listo, tomamos asiento y disfrutamos del festín, entre copas de vino y risas. La nota cómica la pone mi hija, repitiendo sin parar la palabra nueva. Aunque yo reírme, poco. Cada vez que la pronuncia, recuerdo las veces que Vicky ha hablado del futuro, imaginando todos los pretendientes que tendrá mi pequeña y solo imaginarlo un nudo me oprime la garganta.

–¿Y para cuando el tercero? – Pregunta Mel, como si tal cosa.

Mi mujer y yo nos miramos, la cara de Vicky se desencaja. No es que me falten ganas de volver a ser padre, pero Vicky, en cambio, no le parece tan agradable la idea. Durante el embarazo se convirtió en el doctor Jekyll y mister Hyde, en un momento quería abrazarte como al otro quería arrancarte la piel a tiras, y eso sin contar lo mal que lo pasó en el parto.

La Desconocida.Where stories live. Discover now