La muchacha de castaños cabellos, caminaba solitaria y desolada por las calles de San Petesburgo mientras sus azulados ojos derramaban lágrimas cuál catarata.
Estaba siendo víctima de una de las mayores humillaciones de su vida, hace apenas unas hor...
Hoy era uno de los días más importantes en la vida de la joven de castaños cabellos, hoy afinaría los últimos detalles para su boda, la cual se llevaría a cabo dentro de un mes, estuvo esperando por esto durante más tiempo del que era capaz de recordar, la ilusión de su vida por fin se materializaría, la felicidad parecía querer escaparse por cada uno de los poros de su piel.
Había conocido a Aleksei, cuando recién cumplía los veinticinco años y aunque no podía decir que fue amor a primera vista con el tiempo el cariño se había transformado en un amor duradero, que dentro de poco llegaría a la culminación deseada por ambos después de tres años de noviazgo.
Por tal motivo se levantó de su cama incluso antes de que el sol saliera, se encaminó hacia su ventana y contempló la gran vista que la ciudad de San Petersburgo le ofrecía, los primeros rayos de sol se apreciaban en el horizonte y la joven no podía apartar su azulada mirada ante tal espectáculo.
Su mente comenzó a divagar a diestra y siniestra por los recuerdos más felices de su infancia, logrando que una gran sonrisa se asomara por su rostro.
Pero sus ensoñaciones se vieron interrumpidas cuando alguien tocó a su puerta
Adelante —indico la joven.
Un segundo después la cabeza color azabache de su madre se asomó por su puerta.
Alena ¿puedo entrar? —cuestionó la señora.
Claro madre, adelante —concedió la joven.
La señora accedió a la habitación con la energía de un torbellino, y en un movimiento igual de rápido envolvió a su hija en un abrazo tan fuerte que la joven apenas tuvo un momento para reaccionar y apretar a su madre contra su pecho.
Un momento después de separarse, la señora observo a su hija en silencio.
¿Qué sucede mamá? —cuestionó la joven, sorprendida por el semblante enérgico de la misma.
Nada mi amor —replicó la señora— es solo que estoy tan feliz por ti, en un mes te casarás y comenzaras una nueva etapa en tu vida, sigo sin creerme que el momento esté a punto de ocurrir.
A mí también me parece algo increíble mamá, —repuso la joven— conteniendo las lágrimas, mi sueño por fin se hará realidad.
Basta de llorar Ale —río la señora— tienes que empezar a prepararte, recuerda que hoy tienes que ir a ver las flores para la boda.
Tienes razón —replicó la joven— espera afuera un momento para que pueda prepararme, no quiero llegar tarde, sabes que odio eso.
La señora asintió con la cabeza y salió a paso veloz de la recámara.
Entretanto la joven camino hacia su baño mientras encendía su reproductor y los primeros acordes de Sweet Child O' Mine de Guns N Roses llenaban la estancia.
Se duchó lo más rápido que sus movimientos le permitían y 10 minutos después ya estaba fuera, se decantó por una camisa blanca con botones, unos vaqueros negros que hacían ver a sus piernas más largas y unos zapatos charol de tacón rojos, se observó en el espejo y completo el atuendo con un reloj plateado en su mano derecha.
Salió de su habitación y se montó en su coche, un Mercedes blanco, emprendió el camino y un cuarto de hora después llegó a su destino.
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