Your reply; el típico cliché escolar.

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-Quizá sólo necesito sentir tu ruido para estar bien.

La segunda vez que Aoba se enamoró fue un completo desastre.

Había conocido a Noiz cuando iba en su último año de instituto, cuando más roto se sentía, cuando pensó que la vida no valía absolutamente nada. Justo en ese momento decisivo, conoció a Noiz.

Y lo odió, lo odió más que nunca.

Odió cada sensación que el hermoso extranjero le producía, odió cada sonrisa que con descaro le robó, odió cada momento de extraña felicidad a su lado, odió cada beso tierno y los miles abrazos que le regaló.

Pero, sobre todas las cosas, odió cada lágrima que derramó por él.

Quizá si alguien le hubiese comentado sobre la nada favorable reputación que tenía el rubio no se habría enamorado de él. Y aunque no se arrepentía, tampoco es como si fuese a perdonarlo una vez más.

Era suficiente.

Aoba sabía que Noiz anhelaba su libertad, que ansiaba volver a enrollarse con una persona diferente cada día, que todas aquellas frases de amor eran una vil mentira, que no podría tenerlo nunca más. Dolió como el infierno, eso es seguro, pero sabía era lo correcto.

Así que, justo como había pasado con Koujaku, lo dejó ir. Dejó ir a Noiz.

Escribió una carta, una más corta que la que le dedicó a su primer amor, y derramó sus últimas lágrimas sobre ella para luego doblarla y quemarla. Observó sin emoción alguna como el fuego consumía el papel hasta quedar completamente en cenizas.

Después de ello, simplemente fingió que estaba bien. Sonrió ante el espejo y susurró un "no necesitas de nadie" con falsa tranquilidad; por dentro se estaba destrozando y ahogando en su tristeza.

Y aún cuando estaba lentamente muriéndose por la lejanía del chico, sabía que lo mejor era dejarlo ir, que era lo correcto.

-Quizá con sentir tu ruido me dé cuenta de que es mejor dejarte ir.

TearsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora