At last; su primer amor.

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-Aún cuando yo no pueda ver las lágrimas corriendo por tus mejillas, ni tú puedas escuchar mis desesperados gritos, permaneceré a tu lado.

Aoba lo sabía; sabía que tenía que dejar ir a Koujaku.

Aún cuando todo le recordara a él, aún cuando todavía escuchaba aquellas canciones que el propio Koujaku le dedicó, sabía que era hora de dejar ir su recuerdo y esencia.

Se habían conocido cuando eran unos simples niños. En esa época todo era diversión pura entre ambos, algunas veces hubo ceños fruncidos producidos por enfados estúpidos, pero al final la mayoría eran sonrisas.

Conforme iban creciendo, las emociones fueron cambiando.

Aoba pronto se dio cuenta de que se enamoró de Koujaku. Se había enamorado del buen trato que este le daba, se había enamorado de cada expresión que tenía su precioso rostro.

Y aun cuando habían tenido un ligero amorío, Aoba nunca fue suficiente, mucho menos llegó a ser lo que Koujaku necesitaba.

Nunca fueron suficientes todas esas caricias, mucho menos las frases de amor. Nunca fueron suficientes todas esas lágrimas, mucho menos su propio sufrimiento.

Aoba nunca sería suficiente para Koujaku, por tanto sabía que era hora de dejarlo ir.

Escribió una carta donde expresó una parte de sus sentimientos, la dobló y momentos después la quemó.

Allí dejó ir los sentimientos, las sonrisas, los recuerdos, las lágrimas y su desesperación. Por fin, después de mucho tiempo, dejó libre a Koujaku, dejó ir a su primer amor.

-Aún cuando yo pueda ver las lágrimas corriendo por tus mejillas y tú puedas escuchar mis desesperados gritos, te dejaré ir.

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