-          ¿Te sientes bien? – me preguntó cuando entramos al lobby del hotel.

-          Si.

-          ¿Por qué estás tan callada?

-          Debo estar cansada – mentí, acelerando el paso hasta el elevador.

Axel guardó silencio hasta que entramos al elevador y este empezó a moverse.

-          Cuando estás cansada es cuando sueles hablar más – sonrió – Hay otra cosa que está molestándote.

-          Me preguntó cuál será – dije mirándolo a los ojos.

-          ¿Soy yo o estás molesta desde que hablé con la chica de la tienda de ropa?

-          Eres tú – contesté cortante y queriendo desaparecer. La puerta del elevador se abrió y salí como una bala.

-          Molly – me tomó de la mano y me detuvo con firmeza. Giró mi rostro obligándome a mirarlo a los ojos, estábamos tan cerca que nuestras narices casi se rozaban – No te creo.

Me alejé de él y caminé hacia la habitación con el número #334, el venía casi pisándome los talones. Abrí la puerta y vi la gigantesca suite. Era como un apartamento, de inmediato me di cuenta de que había dos recámaras.

-          Creí que dormirías en una suite diferente – dije viendo como Axel bajaba el montón de bolsas de ropa.

-          Estás loca si crees que voy a dejar que te apartes de mí vista. No es como si fuéramos a dormir en la misma cama – me guiñó un ojo y se aventó en el sofá de la habitación.

Agarré las bolsas y fui a mi recámara a cambiarme. Quería dejar de hablar y quería pensar. Cuando por fin me metí en la cama sin despedirme de Axel me di cuenta de cuanto me afectaba.

Cuando lo vi hablando con esa chica, todos los nervios de mi cuerpo se apretujaron. No me gustaba verlo con alguien más. No había conocido a nadie que me hubiera hecho sentir tan… posesiva y egoísta. Quería a Axel solo para mí. Me avergoncé de pensar de esa forma y me tapé con la sábana hasta la cabeza. Empecé a removerme en la cama, incapaz de poder dormir.

Me quedé paralizada cuando la puerta de mi habitación se abrió. El susurro de Axel hizo que la piel se me pusiera de gallina.

-          ¿Molly? – escuché como se acercaba a la orilla de mi cama - ¿Estás despierta?

-          Si – contesté después de varios segundos. No estaba segura de querer hablar, aun así, me destapé la cara y vi el gesto preocupado de Axel. Traía puesta una camiseta negra que lo hacía lucir más atractivo de lo normal. Odiaba cuando hacía eso, solo lograba que mi voz titubeara.

-          Solo… no quiero dejar que pase más tiempo sin decirte que de haber sabido que las cosas se complicarían tanto, jamás te hubiera dejado venir conmigo.

-          Olvidas la razón por la que estoy aquí.  No podías decidir si podía acompañarte o no, todo fue un trato.

-          No lo olvido – se sentó en la cama y miró hacia el piso, nunca lo había visto tan nervioso – Jack es mi amigo, y de haber hablado con él estoy seguro de que hubiera dejado que viniera solo y tú estarías en casa segura. De cualquier forma seguirías perteneciendo al grupo.

-          ¿Y después sentirme como la mayor inútil? – protesté – Conseguimos la pintura, no importa como lo hayamos logrado. Deja de preocuparte tanto.

-          No puedo evitarlo – se giró y sus ojos parecían querer clavarse en los míos – Me preocupo porque me importas. Y me siento como un completo imbécil por agradecer que hayas tenido problemas en tu casa,  huido y de que Audrey te haya encontrado…

-          Axel – lo interrumpí sentándome en la cama – Tu… lo que dijiste en la fiesta… ¿Es verdad? Yo… ¿De verdad te… gusto?

-          Creo que no fui tan obvio como había pensado – dijo confundido.

-          No, no lo fuiste.

-          No puedes culparme por ser misterioso cuando tú lo eres todavía más, no quiero adelantarme a nada porque no estoy seguro de que tu sientas algo por mí.

-          ¿Estás bromeando? – dije casi soltando una carcajada, quería desahogarme. Soltarlo todo - ¿Acaso no te das cuenta de cómo reacciono cuando estás cerca? Y luego el beso de la fiesta de Andrew… - me interrumpí a mí misma cuando me di cuenta de que empecé a pensar en voz alta.

-          ¿Qué hay de ese beso? – quiso saber.

-          Yo… yo no quería que te detuvieras – confesé sintiendo como el calor invadía mis mejillas.

Tomó el tiempo de un parpadeo para que sus labios estuvieran sobre los míos. Me besó con una ansiedad que me tomó por sorpresa, era como si me dijera que él tampoco hubiera querido dejar de besarme en aquella fiesta. Me apretó contra su cuerpo de una manera que no creía posible. Mis manos se enredaron en su cabello, tenía tantas ganas de acariciarlo y besarlo que creí volvería a quedar inconsciente.

RUNAWAYSWhere stories live. Discover now