Capítulo 12

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—¿William? —murmuré—. ¿Qué haces aquí?

De acuerdo, no es que no me gustara haberme encontrado con William, pero... Ésta situación no es muy cómoda. ¡Tengo una enorme mancha en mi camisa! Y no sé, creo que está comenzando a apestar un poco.

Retomando, ¿No podría haberme encontrado a William en otra parte donde mi camisa no esté manchada y apeste a salsa? La suerte siempre de mi lado –nótese el sarcasmo–.

—Em... ¿Buscar un trapeador? —contestó a modo de pregunta intentando que sonara de lo más obvio.

Caroline , estúpida , ¿A que más se viene al cuarto de aseo?

Le rodé los ojos y observé a mi alrededor en busca de algo servible para la enorme mancha en mi camisa. Solo veía escobas, trapeadores y productos de limpieza con aroma a bebé.

—¿Qué le pasó a tu camisa? —preguntó con curiosidad, mientras tomaba un trapeador de los tantos.

—Está manchada. —Intenté no mirarlo. Tengo que decir que me pone nerviosa estar cerca suyo. Puede ser el idiota más grande del mundo, pero me gusta, y cada vez que esté con él, mi cuerpo reaccionará.

—Ay no. ¿En serio? Creí que era la decoración de la camisa —comentó con sarcasmo.

—Para qué preguntas, entonces.

Ignoré lo que iba a decir y seguí buscando algo que me ayudara. Su presencia me ponía nerviosa, tenía que ignorarlo para no cometer ninguna idiotez.

Resignada por no encontrar nada, caminé hacia la salida. Noté unas risitas que venían de lo lejos, y cuando iba a salir por la puerta, las risas aumentaron y con ellas, el estruendoso sonido de la puerta.

–¿Qué demo...?

Intenté girar el picaporte, pero estaba estancado, lo que significaba que estaba encerrada. Y mucho peor: con William.

—¡Abran la maldita puerta! —grité, lanzándole patadas, haciendo de la puerta intentara abrirse.

—¿Qué? ¿Hay alguien allí? —escuché la voz de Hannah a través de la puerta.

—Abreme, imbécil —grité.

—Parece que no hay nadie —fingió el no haberme escuchado—. Vámonos chicas.

Gruñí y volví a pegarle a la puerta para luego volverme a William, quien me miraba con el ceño fruncido y el trapeador en la mano.

—Parece que estamos encerrados —comentó.

Si no fuera porque soy una chica pacífica me hubiera tirado a romperle la cara.

—No, ¿En serio? —dije sarcásticamente.

William me miró mal y dejó caer el trapeador el suelo, luego se tiró junto a él y se llevó las manos al cabello, apretándolo suavemente.

Si no tuviera la camisa manchada y estuviera en otro lugar con William, estaría brincando de alegría pero como eso no esta sucediendo, estoy a punto de matar a alguien, y la persona más cercana es William.

¿Por qué tienen que pasar estas cosas? Estoy encerrada en el cuarto de aseo con el chico que me gusta, con la camisa manchada y un creciente olor a salsa vencida floreciendo en el ambiente. ¿Algo más podía pasar?

—Está empezando a hacer calor.

Mierda.

Ahora no solo es el olor a salsa vencida sino también el del sudor. Que alguien me salve de esta catástrofe.

Chica TorpeWhere stories live. Discover now