Capítulo Extra

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Narrado por William

La primera vez que vi a Caroline de una manera diferente fue cuando fui a su casa por primera vez. Mi mamá me había obligado acompañarla y si no iba con ella se pondría histérica por lo que preferí evitar esa situación.

Muy pocas fueron las veces que había cruzado palabras con Caroline, pero ese día sentí la necesidad de hablar más con ella. Lastimosamente no fue así y muchos problemas surgieron gracias a mi estupidez.

Cuando entré a su casa lo primero que hice fue saludar a su madre con una sonrisa cordial para que después ella me conduciera a la habitación donde estaba Caroline y ahí fue cuando toda mi perspectiva sobre ella cambió.

Creo que fue verla sentada en su silla giratoria con unos auriculares puestos y la cabeza echada para atrás disfrutando de la canción que escuchara en ese momento o simplemente porque se encontraba con un top deportivo dejando a la vista su grandioso cuerpo.

No se dio cuenta de que estaba allí por un largo tiempo, estaba tan ensimismada que poco notaba los ruidos externos, como el del sartén que su mamá dejó caer o la risa de mi mamá que es todo menos delicada. Ver como cantaba, se veía tan chistosa, creyendo que sabía hacerlo pero en realidad sonaba horrible o cuando empezó a trazar líneas que para mí no tenían ningún sentido hasta que vi el resultado final: el hermoso rostro de una chica. Me impresionó cuanta precisión tuvo al momento de dibujar y que tan rápido lo logró y lo perfecto que era. Tal vez eso haya sido lo que llamó mi atención.

No sé, verdaderamente no lo sé, no tengo ni la menor idea de qué hizo ella para dejarme así. No fue amor a primera vista mucho menos, ni estaba enamorado, simplemente me atrajo de una manera que ninguna otra chica lo había hecho.

Y es que Caroline era bonita. No voy a decir que la más hermosa del planeta pero su rostro era lindo. Sus ojos hacían juego con su nariz fileña y su boca no era tan gruesa pero estaba bien así. Lo que si me atrevo a decir que era perfecto era su cabello, liso y sedoso, tristemente no estaba tan largo pero igual era lo mejor del mundo al igual que su personalidad, algo que apenas estoy llegando a conocer con más profundidad.

Recuerdo su asombro y como se puso nerviosa al notarme con una sonrisa de lado apoyado en la pared. No soy el más alto ni el más musculoso pero podía abrazar a Caroline casi por completa. Supongo que desde ahí supe que yo no era indiferente para ella.

El error que cometí fue hacerle pensar a las personas que Caroline me parecía patética y pasarla desapercibida, en la escuela claro, pues cada vez que iba a su casa me sentía feliz de poder verla y hablar con ella como si fueses amigos de toda la vida, cosa que no era así. En fin, fui un completo idiota, o más bien lo soy, por haberla dejado sola a la burla de muchos compañeros. Es decir, Caroline no puede caminar por un pasillo sin que algo extraño o ridículo le pase y cuando estaba yo allí mis amigos se reían y yo simplemente me reía con ellos.

Después de un tiempo comenzó a molestarme la idea de que todos se rieran de lo que le pasaba, no se burlaban de ella directamente pero si de sus acciones vergonzosas. Mi gesto se tornaba amargado y mis ganas de patear a los que se burlaban eran enormes. Luego, cuando me enteré que a Caroline le gustaba otra persona me sentí vacío, no me lo merecía tampoco por ser un completo imbécil con ella, pero la idea de que en su mente pensara en otra persona era algo deprimente.

Después lo conocí, se llamaba Alex (nos hicieron creer que se llamaba William). La primera vez que lo vi se me había hecho su cara bastante familiar y después de pasar unas cuantas horas en frente de una computadora intentando conseguir información básica de él lo encontré. Y me sentí bien. A Caro no le atraía ese muchacho para nada, aún tenía expectativas de que sintiera algo por mí.

Luego lo descubrí, si sentía cosas por mí y era lo suficientemente fuertes, casi como yo. Pero yo soy más de conocer y luego querer, sabía que si conocía a Caroline la iba a querer y bastante.

Creo que me volví una especia de acosador, casi nunca dejaba de mirarla o cada vez que alguien la tenía cerca mi rostro se volvía una furia con una mezcla de amargura que ni el chiste más gracioso podía quitar. Hasta que por fin, y no sé cómo pasó sinceramente, pude hablar con ella, de verdad.

Era una sensación extraña pero agradable, no era el típico cosquilleo que todos sientes sino una especie de hueco que se me formaba en el pecho cada vez que hacía algo que me parecía lindo o tierno o las dos cosas a la vez.

Realmente no han pasado muchos días desde que comencé a conversar con ella como se debería pero poco a poco voy avanzando. Quisiera que me odiara, así no me siento tan culpable por haberla tratado así todo este tiempo y no lo hace, creo que es muy noble para hacerlo. Me gustaría ser como ella: no es orgullosa y siempre tiene una sonrisa sincera, aunque la situación no lo amerita.

A pesar de muchas cosas que le pasan, nunca se ha dejado llevar por ellas, no tiene la mejor suerte del mundo y sin embargo no está quejándose de su vida, al contrario, se le ve muy agradecida con ella y es admirable de ver.

Esta mañana le pedí que saliéramos, no una cita como tal, solo algo para comenzar de nuevo e intentar enterrar lo tonto que fui con ella. No es algo que vaya a olvidar fácilmente pero espero mantenerme firme y no cometer ninguna cagada que lamente después.

Le dije que la vería en su restaurante favorito y duró alrededor de diez minutos decidiéndose por uno. Y aquí estamos, ordenando treinta alitas picantes con un vaso gigante de refresco. Vamos a ver quién aguanta más.

—Por favor, Caroline, todos sabemos que tu no vas a poder con tus quince alitas picantes.

Se quedó unos instantes en silencio y sonrió de lado.

—Yo no diré nada. Mejor con los actos que las palabras.

Y comenzó a responder unos mensajes en el celular.

No era lo que esperaba, pero no podía pedir mucho pues no me merecía mucho. Tal vez me esté pasando de pesimista pero así sentía todo y no lo veía como algo malo sino como el karma cumpliendo su labor.

Después de unos veinte minutos llegaron las alitas y Caro y yo nos miramos desafiantes con sonrisas juguetonas en nuestros labios. Era muy placentero poder tener ese vínculo con ella. Los dos sabíamos que habían sentimientos mayores al de querer una simple amistad y, por lo menos yo, lo percibía en el ambiente que nos rodeaba siempre.

Comimos y sí, yo no pude resistir el picante del pollo. A mi séptima ala ya estaba sudando y chorreando agua por la nariz, mientras que Caroline en su décima porción estaba como si nada, un poquito sonrosada pero mucho más calmada que yo, que me moría por dentro.

—Te dije, los actos valen más que mil palabras —Y le dio un mordisco a su pieza de pollo.

Y así pasaron los días: salíamos, nos juntábamos en la escuela mientras podíamos, iba casi todas las tardes a su casa y se volvió una costumbre muy bonita. Cada momento que pasaba era una dosis de alegría que traía a mi vida y por lo visto también era así con ella. Todo lo que hacía ella era un motor para que yo continuara ahí, queriéndola demasiado y amando cada momento que pasábamos juntos. Y lo único que pido en estos momentos es que siga así y que no acabe, menos por ahora.

Chica TorpeWhere stories live. Discover now