Extraños en la Noche

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Queens 1984

Bastiao y Neal continuaron reuniéndose por dos meses. El irlandés ya se había acostumbrado en cierta manera al portugués, como lo hacen aquellos que al descubrirse polos opuestos se alinean aunque sea ante la esperanza de un proyecto compartido. Este particular proyecto, sin embargo, le helaba la sangre y le cohibía cada vez que Salgado dejaba soltar una risotada o hacia un comentario sobre las trivialidades de la vida diaria. Era difícil dejar pasar su insistente coquetería con la mesera cuando, al quedarse solos, conspiraban para matar.

Sebastián se lo ilustró de más de una forma. Lo convenció de que era lo correcto, pero O'Reilly no podía evitar pensar que en algún lugar firmó para manchar sus manos de sangre con la vida de la que Isabel declaró "su hija" y tal vez hasta la de su esposa. A pesar de saber, le era difícil procesar que tales monstruos como los que describía Salgado en sus libros existieran, mucho menos que guardaran una semblanza de humanidad tan convincente.

-Han pasado dos meses-; le recordó a Bastiao lo obvio mientras observaba la espuma en su taza de café, el cual no había probado- el embarazo de Isabel ha progresado de manera rápida. ¿Cuánto más tenemos que esperar? Esto me revuelve las entrañas.

-Hace una semana aun no creías del todo, es difícil contar con el compromiso de alguien cuya consciencia no le permite actuar libre de culpas.- Bastiao le habló con la voz ensombrecida. No era fácil tampoco para él. En su vida no pensó más que perderse en su biblioteca de colecciones para otros fantásticas y tener si acaso la suerte de ver de lejos alguna que otra criatura ilustrada en sus páginas. Sus deberes le estaban llevando más allá de donde tenía propuesto ir.

La mesera llegó hasta ellos, ya fuera dispuesta a ofrecer otro café o aprovechando para coquetear con Bastiao. El portugués no tuvo más remedio que mostar una de esas cautivadoras sonrisas y cruzar palabras con la atrayente Adriana. O'Reilly pensó como cada uno de sus momentos de supuesta espontaneidad, de un par de meses a esta parte fueron ejercicios en sinuosidad.

Cada palabra, cada sonrisa, estaban diseñadas para hacer sentir a Isabel más confiada. Libre de su hechizo, a veces despertaba en las noches para verle dormir. Con cada respirar podía ver las líneas como de fina tinta negra que delineaban su otro rostro bajo su piel. Dependiendo de la luz, o de la inclinación de su corazón en ese preciso momento, la mujer se le hacía intrigante, repugnante o simplemente hermosa. Neal extrañaba la calidez y el intercambio de palabras, las sonrisas que preparaban los labios para recibir un beso... extrañaba sentirla y dejarse sorprender. Fue en un arranque de celos por la circunstancia cuando le exigió a su compañero que se concentrara en sus asuntos.

-Bastiao si fuere tan amable de coquetear en su propio tiempo; quedaría más que agradecido.

La rubia se retiró con una sonrisita triunfante y un andar coqueto que hizo a todos los presentes y pendientes olvidar sus males en el tiempo que le tomó volver de la mesa a detrás del mostrador.

-No he dejado de trabajar por un segundo.- Salgado contestó cuando ya la rubia estaba fuera de su alcance-. Hay más de una razón por la cual nos hemos estado citando en este lugar. De hecho Neal, creo que es tiempo de que vaya a casa. Le prometo que hemos de resolver esto en los próximos días.

Bastiao terminó su vino blanco, comprando tiempo mientras la mesera terminaba su turno. Fueron varias copas, pero su sistema, ya acostumbrado a tantas otras sustancias extrañas, apenas si registraba la presencia del alcohol. La vio partir con tiempo como para abrir su maletín y retirar el instrumento de su oficio. Salió varios pasos tras ella. Por suerte la ciudad siempre es cómplice para elementos que necesitan encubrir su presencia.

Entre el ir y venir de las masas desbordándose por las escaleras desde la estación hasta la calle, nadie notó a la joven rubia voltear en un callejón, o al hombre bien vestido que la seguía, sosteniendo un maletín en su mano derecha. La guadaña plateada que se ocultaba, montada entre el fino cuero, aparentaba ser parte del diseño de la valija.

Círculo de HadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora