Círculo de Hadas

Cambiantes y Otros tantos temas

En una biblioteca secreta, oculta del mundo en el lugar más obvio, uno de tantos tomos permanece aprisionado entre anaqueles de madera pulida. Entre páginas y finos enmarcados, protegidas del avance de la civilización fuera de sus muros de piedra, se conservan las historias de los entes que alguna vez fueron y ahora no existen. Unos han sido erradicados, otros echados al olvido, cubiertos con el conveniente manto de la leyenda. Las verdades y los temores de ayer, que una vez corrieron de boca en boca, ahora son, en la hoja referencias fantásticas.

El libro de los días de las gentes de Sidhe ahora descansa en uno de los anaqueles laterales. Ya no se le considera de importancia. Aunque en un tiempo sus páginas vieron oscurecidas por la sombra de un observador obsesivo, dispuesto a salvar la vida de una marca que eventualmente se convirtió en su único amigo. Anillos marrón, recuerdos del mal manejo de una que otra taza de café y anotaciones rojas en los márgenes es lo único que queda de su esfuerzo.

Las hojas aún están levantadas, interrumpiendo la nitidez del tomo, en la sección que Bastiao Salgado leyó a Neil O'Reilly una y otra vez:

"Los Cambiantes son hijos de los Heraldos Oscuros de Fae, los cuales con el tiempo, van alcanzando características que les hacen pasar por humanos. Son criaturas de otro mundo, quien, ya sea por voluntad de sus progenitores, o al estos ser víctima del engaño de un hada. Los Heraldos pagan este tributo a los clanes de Fae, en el deseo de que, a través del intercambio- mutuamente conveniente- se perdonen ciertas indiscreciones.

Los Sidhe, la facción más siniestra entre las hadas, son criaturas viciadas, entregadas a hábitos poco ortodoxos y mal vistos entre los Fae. Pero se rumora, que las hadas soportan su existencia en ansias de que sus anclas en la tierra encuentren la manera de hacerles volver a la posición privilegiada que una vez tuvieron entre los entes sobrenaturales.

¿Qué ocurre- habrá de preguntarse el lector- con el hijo de sangre... la criatura concebida entre el Heraldo de naturaleza femenina y el insospechado humano? Los órganos se destruyen en el vientre de la madre, secándose. Es entonces que la progenitora, inflige magia y conjuro sobre la cascara de carne y huesos quebradizos, trayéndole de vuelta, pero cargando otra esencia.

El aliento de vida es entones mantenido por el inadvertido padre, quien noche tras noche sacrifica un poco de su alma para garantizar el nacimiento de la criatura... un engendro con todas las marcas de la maldad yaciendo bajo su piel, carente de la mínima semblanza de humanidad, pero poseedor de un disfraz perfecto."

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Innisfree

Era el tercer día de su estancia en la hacienda y Maritza se sentía agradecida de que el sol brillara y las nubes se hubiesen disipado. Podía sentir la ausencia de humedad del día colándose por la ventana en ráfagas de brisa tibia seguida por bandas grises en el suelo que marcaban el paso rápido de las nubes.

Se levantó de entre las sabanas y al doblarlas, pudo notar que sus ojos no solo distinguían los patrones, si no las finas fibras de hilo que interpuestas, brindaban colorido a la ropa de cama. Parpadeó un par de veces, sintiéndose sobrecogida por su nueva capacidad de percibir detalles que a otros escaparían. Las paredes parecían colapsarse sobre ella, al tocarlas, podía distinguir la pintura de la textura cubierta en color, descubriendo espacios reducidos entre la una y la otra; respiraderos de pintura que el ojo humano pasa por alto.

Aterrada se asomó al espejo del cuarto de baño. Sus pupilas estaban dilatadas y el negro del centro parecía estar infiltrado por un color gris, como nubes cargadas de lluvia. El iris también sufrió un cambio en la gradación del color, ahora era una mezcla de marrón con ramificaciones ámbar. Sin el mínimo temor, Maritza levantó su uña y la raspó contra su ojo. No solo experimentó ausencia de dolor pero encontró que el mismo estaba protegido por una escama transparente y dura, la cual le dificultaba cerrar los mismos por completo.