✨Capítulo 29✨

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Era sábado, veinte de agosto, su cumpleaños número diecinueve. Rebecca hizo un gesto de dolor cuando Susana cepilló con un poco de fuerza un mechón de su cabello. Ya lo tenía bastante largo, casi le llegaba a la cintura, por lo que era un martirio peinarse. Susana le había hecho un cuidadoso maquillaje con su consentimiento, sin sobrepasarse demasiado, pues sabía los gustos de su amiga.

—¿Ya vas a terminar? —preguntó Becca por tercera vez.

Susana soltó una risa entre dientes. Finalmente le entrelazó un listón blanco y delgado que adornaba parte de la trenza que le había hecho en un mechón de cabello.

Becca se levantó en cuanto su mejor amiga se lo permitió y fue a contemplarse al espejo. No se sobresaltó cuando miró su reflejo, sabía de la magia que podía crear Susana en las personas. No se quejaba demasiado, esta vez su amiga sí había acatado a la perfección sus órdenes. Volvió a mirarse de arriba abajo y alzó las cejas. Llevaba una falda negra acampanada con una blusa plateada de gasa.

—¿En realidad todo esto es necesario? —preguntó mientras se examinaba.

No le gustaban mucho las reuniones, y mucho menos cuando era probable que Allen no asistiera. Ese hecho la decepcionaba un poco.

Susana cruzó los brazos.

—Es tu cumpleaños, Becca. ¿Qué pasa? ¿Algo te preocupa?

La joven esbozó una mueca y se volvió hacia la rubia teñida que llevaba un fantástico vestido azul, apenas por arriba de las rodillas.

—Desearía que Allen viniera —admitió con pesar.

Susana respiró hondo y sacudió la cabeza, tomó el brazo de su amiga y la volvió de nuevo hacia el espejo.

—Nada de tristezas, ¿vale? —ordenó, y le señaló su espectacular reflejo—. Esta tarde debes estar con tu mejor ánimo, solo no pienses de más.

Becca asintió sin ningún ánimo, pero esbozó una sonrisa forzada para su amiga. Susana y Dylan se habían esforzado en organizar una pequeña reunión para que al menos intentara pasarla bien.

• ────── ✾ ────── •

Susana prácticamente lo había arreglado todo. El jardín de su casa estaba todo decorado e incluso había puesto una pequeña barra para que allí fueran todos por sus bebidas. Sabía que su amiga tenía dinero, pero no pensaba que haría algo parecido. Le había dado un abrazo muy fuerte, se lo merecía, aunque era incapaz de disfrutarlo como su amiga quisiera.

Más tarde, su cumpleaños no tardó en volverse un ambiente de música, diversión y risas; poco a poco habían llegado los invitados —los cuales eran compañeros y conocidos de la universidad—, que primero la saludaban y después se concentraban en el barullo de la gente y la música. En realidad, su cumpleaños solo era una excusa para los demás de pasarla bien. Incluso vio llegar a las chicas que siempre miraban descaradamente a su inquilino y Becca ya no sabía cómo eso podía ir peor.

La música tronaba en sus oídos y muchos rostros conocidos le sonreían a lo lejos o se acercaban para darle un abrazo, la mayoría llenos de hipocresía. Ella podría haberse involucrado en el ambiente y disfrutar como todos aquellos jóvenes, que reían o bailaban, pero simplemente no necesitaba aquello en ese instante. Y tampoco podía beber por su condición.

Comprendió que necesitaba a Allen, el calor de sus brazos y la intensidad de su mirada. Estar rodeada de tanta gente con la que no podía divertirse la hacía sentir en una soledad absoluta, casi dolorosa. Un sentimiento de decepción comenzó a recorrerle el pecho cuando decidió alejarse del centro de su cumpleaños que, irónicamente, no se sentía como suyo. Se sentía como una intrusa en toda esa diversión totalmente ajena.

Heridas Profundas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora