One-shot

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El despertador sonó. Hoy era el día. Sin embargo, se quedó acostado en la cama, por un largo tiempo. Era más temprano de lo que normalmente se levantaba; pero aún faltaban muchas cosas por hacer. Una vez vestido, salió de su habitación en silencio, atravesando el pasillo, hasta llegar al comedor.

–Buenos días, Yurio.

" ¡Maldición!" –pensó el rubio, al verse descubierto. –Hey –fue su única respuesta, seguido de un gran bostezo.

– ¿Se puede saber a dónde vas tan temprano?

–Que te importa.

–Bueno, al menos desayuna un poco –Mari colocó un par de platos con comida, invitando al rubio a comer. El chico sacó su celular para ver la hora; aún tenía tiempo. En silencio, se unió a la chica a desayunar, engullendo la comida que le era puesta enfrente. – ¿Hay algo con lo que necesites ayuda? –el chico negó con la cabeza ante el ofrecimiento de la muchacha. Mari solo suspiró, antes de regalarle una dulce sonrisa al Punk Ruso. Una vez satisfecho, tomó sus trastes para llevarlos a la cocina.

–Gracias por la comida –susurró al volver al comedor; la mayor asintió levemente, conmovida por la actitud del chico. –Te mandaré un mensaje cuando llegue el momento.

–Está bien –siguió comiendo, mientras observaba al rubio ir y venir. – ¿Yurio? –el aludido asomó la cabeza por la puerta. –Buena suerte –la sangre se agolpó con gran velocidad en el rostro del menor, quien apenas y pudo murmurar un agradecimiento antes de abandonar la posada. La oscuridad de la noche seguía presente, siendo desplazada con perezosa lentitud, por los débiles rayos de sol. El muchacho refugió su cabeza bajo la capucha de la chamarra, y hundió las manos en los bolsillos; acomodó su mochila, y emprendió su viaje por todo Hasetsu.

***

Lentamente, las cosas comenzaban a cobrar vida en Yu-topia; Mari y sus padres, estaban atareados en la cocina, preparando el desayuno de los huéspedes, mientras Yuuri se encargaba de ordenar lo necesario para las aguas termales. Por su parte, Viktor seguía dormido en su habitación, abrazado a Makkachin, quien intentaba por todos los medios, despertar a su amo, para que le sacara a pasear. El moreno tocó a la puerta, recibiendo como única respuesta, los chillidos del perro. –Viktor, el desayuno está listo –llamó, escuchando silencio por parte del ruso. Un enorme suspiro escapó de sus labios. –Luego vendré por él­ –pensó, antes de dar media vuelta y alejarse. Respiró hondo al llegar a otra puerta, y dubitativo, llamó. – ¿Yurio? El desayuno ya está servido –esperó unos segundos, sin respuesta.

Volvió a tocar. Dos. Tres. Cuatro veces, y nada. –Voy a entrar –avisó, girando la perilla, que, sorpresivamente, no estaba asegurada. Vacío. – ¿Yurio? –volvió a llamar, revisando la habitación, en busca de aquella cabeza rubia. Pero el muchacho no estaba por ningún lado. Confundido, salió de ahí, rascando un poco su cabeza ante la incertidumbre. Cuando se dio cuenta, ya estaba frente a la puerta de Viktor.

– ¡Yuuri! ¡Feliz cumpleaños! –el moreno fue recibido por un fuerte abrazo, así como intentos por el albino de besarlo. Tanta había sido la sorpresa del japonés, que cayó al suelo con el ruso encima, tratando por todos los medios quitárselo de encima. Para su suerte, Makkachin se unió al festejo, yendo de un lado a otro, subiéndose en la espalda de Viktor, y lamiendo la cara de Yuuri. Una vez las cosas se calmaron, ambos se sentaron en el suelo, Nikiforov con su boba sonrisa en el rostro, mientras esperaba a que Yuuri limpiara de sus lentes, la baba del perro. –Gracias, Viktor –fue su respuesta, luego de acomodarse la montura en el rostro; regalándole una bella y sincera sonrisa a su entrenador.

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