Después de unos cortos minutos suspiró encantada. Sabía que todo lo que había escrito implicaría estar con él de una forma más cercana a la que los dos habían establecido desde un principio; pero, a decir verdad, traspasar ese límite le parecía inevitable.

En ese momento sonó el timbre de su celular.

Contestó enseguida.

—¿Becca? —preguntó la voz de su madre—. ¿Puedo hablarte o estás ocupada?

—No, mamá; dime.

—Te llamo para recordarte que el sábado de la próxima semana es tu cumpleaños, exactamente en seis días. Y tu papá y yo queremos que lo celebres con nosotros el domingo, ya que tal vez el sábado quieras pasarlo junto a tus amigos...

Becca se mordió el labio inferior. Realmente no tenía planeado festejar su cumpleaños número diecinueve, pero ayudaría mucho en un aspecto que a ella le interesaba. Sería la excusa perfecta para invitar a Allen y pasar un fin de semana con él.

—Gracias, mamá, por la intención. Y por supuesto que me encantaría. —Estaba sonriendo de oreja a oreja—. Será algo pequeño, ¿no?

—Claro, como a ti te gusta. Ya sé que odias las fiestas con toda la familia incluida.

La joven se rio.

—Sí, lo sabes.

—Entonces, estaría perfecto. Podrías llegar en la tarde para la comida que te prepararemos con tus bocadillos favoritos... No sabemos cuándo pueda llegar esa llamada Becca, así que no quiero que te guardes nada.

La joven sonrió con los ojos aguados, a punto de las lágrimas. La desesperación de su madre le produjo un nudo en la garganta. Sin duda, su madre quería un cumpleaños especial en familia, pues nadie podía saber si se trataría del último. La joven asintió cuando una lágrima se desbordó por su mejilla.

—No te pongas sentimental, mamá. Yo quiero... verlos felices y tranquilos. Lo sabes —susurró.

Escuchó a su madre sollozar.

—Sí, tienes razón. Te dejo para que hagas tus cosas, que asumo serán muy importantes... Más tarde te volveré a llamar para conversar lo de tu cumpleaños... Te amo, Becca.

—Yo también te amo, mamá —masculló ella antes de colgar.

Respiró profundo un par de veces e intentó olvidar su sentimentalismo y su propio futuro para pensar en lo que debería hacer con Allen. No sabía cuánto tiempo tenía y por ello debía poner todo su empeño. Como si fuera ese mismo día su última oportunidad.

Terminó de vestirse con una muda sencilla antes de tomar su mochila y guardar sus pertenencias. No sabía si Allen también tenía intenciones de salir con ella o si ya se había marchado, pero trató de pensar con optimismo y salió de su departamento con la mayor de las esperanzas.

Soltó un suspiro de alivio cuando descubrió a Allen recargado en la pared del pasillo. Vestía unos vaqueros, una camisa negra de franela con cuello de tortuga y una chaqueta roja. El cabello húmedo intensificaba su mirada. Se le cortó la respiración. A veces Allen podía llegar a verse dolorosamente atractivo. ¡Y sus ojos! Eran el colmo de la belleza.

—¿Irás a alguna parte? Es domingo. —Ella sonrió.

Allen metió las manos en los bolsillos de su pantalón y la miró dubitativo. La joven no tenía idea de la guerra que se liberaba en su interior, entre hacerle caso a su razonamiento o a su absurda necesidad de estar con ella, más allá de lo establecido. Pero no se había marchado y había esperado a que ella estuviera lista. ¿A quién quería engañar?

Heridas Profundas Donde viven las historias. Descúbrelo ahora