Capítulo 30

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La Sra. Marlowe no esperaba ver a Terry despierto a esas horas, porque ella había estudiado bien la rutina del chico desde hacía tiempo atrás y bien sabía que de 5:00am a 6:30a.m., contaba con el tiempo para preparar las galletas de azúcar que tanto gustaban a Susana, y que ahora tenían un ingrediente especial...

-Ah, ¡buen día, Sra. Marlowe! Escuché ruidos y me levanté pensando que eran ladrones - "y me encontré a una rata" - pensó Terry, luego siguió diciendo: - no creí que diría esto, pero me alegro de haberla visto a usted.

Bastó un segundo para que Terry recapacitara en su forma de manejar la situación: Si la enfrentaba de manera directa y la llevaba a la policía, implicaría dejar a Susana sola por quién sabe cuanto tiempo, pues esta era la primera vez que él se encaraba a una situación como esta, y no sabía cuánto tiempo podría tomar el hacer una denuncia. Por otro lado, llevar a Susana al hospital pondría en aviso a la Sra. Marlowe e idearía un plan para escapar, por lo tanto, lo mejor era disimular y actuar con la cabeza fría y de manera efectiva. 

-Terry, es un usted un malcriado. - Contestó ella con la voz grave. De inmediato se dio cuenta que estaba actuando de forma nerviosa y, según creía ella, ya no tenía motivos para sentirse así porque Terry no había captado lo que estaba haciendo, y trató de tranquilizarse.  

Terry no quiso fijar la mirada en frasco porque intentaba disimular que le había llamado la atención. En vez de eso, miraba fijamente el polvo blanco que recientemente cayó sobre las galletas.

-Es extraña el azúcar que usted usa...

-La consigo en un sitio especial...  Ahora, si me disculpa, me llevaré la bandeja. 

A la mujer la invadían varios pensamientos a la vez: "Y si Terry se pregunta por qué no le ofrecí las galletas", "¿qué pasaría si le ofrezco y le doy solamente una para no parecer maleducada", "pero yo nunca me he llevado bien con él y no tendría porqué ofrecerle nada..." Estos y otros pensamientos similares le quitaban la tranquilidad. 

Terry también estaba inquieto, pensando en cómo maniobrar. Cuando vio que la Sra. Marlowe se llevaba la bandeja de la cocina, le preguntó:

-Susana sigue dormida... no pensará llevarle eso ahora, ¿verdad?

-Este... yo me las llevaré a mi habitación, y me comeré algunas... quiero estar sola, ¿sabe?

La mujer pensaba en lo estúpidas que sonaban sus palabras pero no podía controlar sus palabras, movimientos y acciones...

Mientras la mujer titubeaba, a Terry le dio tiempo para pensar en algo:


-Permítame ser un caballero y abrirle la puerta de su recámara, porque lleva usted la bandeja.

La mujer ya había dicho muchas estupideces y para evitar otra más, accedió.

-Está bien. Gracias.

Él dejó que la Sra. Marlowe se le adelantara y al caminar detrás suyo, fingió un tropiezo. Cayó sobre ella con la fuerza precisa para hacerla tambalear, pero no caer. Cuando la mujer perdió el equilibrio, automáticamente aflojó las manos, dejando caer la bandeja al suelo. El impacto causó que las galletas saltaran de la bandeja y cayeran al piso. El polvo se había esparcido, pero también rodó algo más: el pequeño frasco con la etiqueta en donde se dibujaba el extraño símbolo que Terry recordaba muy bien:

 El polvo se había esparcido, pero también rodó algo más: el pequeño frasco con la etiqueta en donde se dibujaba el extraño símbolo que Terry recordaba muy bien:

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