[ Capítulo 3 ]

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Rey Pila - How Do You Know?


3

Pasaron varios minutos observándose, en silencio. Por fin se atrevió a hablar. Era necesario dejar claras las cosas.

—Paulina, no quiero sonar grosero, lo prometo, pero no comprendo... ¿qué buscas en mí? ¿Algo diferente? ¿Alguien con quién divertirte? ¿Te aburriste de lo que te rodea? —la cuestionó.

No podía eludir esa necesidad urgente de alejarse, de dejarle claro que no existía ni la menor posibilidad de algo entre ellos, pero a la vez, por muy estúpido que pareciera, algo más fuerte que su voluntad lo alentaba a perderse en esa piel, en esos ojos, por escucharla hablar horas y horas.

—No me conoces, Alejandro, por eso no me molestaré por todo lo que acabas de decir o insinuar. Aunque debería pues parece que ya te formaste una opinión de mí sin siquiera indagar más sobre mi vida. ¿Soy feliz? La verdad no, no lo soy, a pesar de que eso es lo que busco cada día y te prometo que lo lograré... ¿Todas esas tonterías que preguntaste se refieren al dinero? Genial, yo no lo tengo, pero mi padre sí, a montones y gracias a eso he tenido una vida que, créeme, en lo absoluto envidiarías, así que abre un poco tu mente y dime... ¿Puedes tener una amiga como yo o es mejor que nos marchemos? Porque me da la impresión de que eso es lo que deseas y de ninguna manera quiero obligarte a que permanezcas aquí si no quieres —concluyó con decisión.

El chico se quedó paralizado y es que ni en mil años pensó encontrarse en una situación siquiera parecida. Parecía un mal chiste. Aspiró profundamente notando cómo la sangre corría de forma vertiginosa por sus venas, esas que con nada se lograban alterar. Paulina lo despertaba, lo hacía ser asombrosamente consciente de sí mismo y si iba a cometer la mayor estupidez de su vida, pues por lo menos sabría que no sería por cualquiera, sino por alguien con agallas, inteligente y con esa sonrisa coqueta que lo embriagaba.

—Gastronomía... —se escuchó decir. La joven tardó un segundo en reaccionar, pero en cuanto lo hizo, sonrió. Alejandro había dado su brazo a torcer, ¡al diablo su maldito mundo superficial!

—¿En serio? Eso suena complicado... Bueno, ya sabes, soy un desastre cocinando —le recordó alzando su cerveza para que él chocara su botella con la suya.

—¿Y tú? —preguntó echándose con soltura unos cacahuates a la boca.

—Idiomas, estoy a un año de terminar.

—¿Idiomas? Quieres decir que hablas algo más que español, supongo —dedujo interesado. Ella recargó sus brazos sobre la mesa y se acercó un poco a él. Lucía como si le fuese a contar un secreto, no pudo evitar sonreír al verla.

—Hablo ocho diferentes —susurró—, pero no se lo digas a nadie, pareceré aburrida... —Alejandro pestañeó atónito. Paulina se alejó enarcando una ceja ante su reacción—. ¿Qué? ¿Tú también lo crees? —se quejó con un leve puchero.

—No, lo prometo, es solo que me dejaste asombrado. Debes de dedicarle mucho tiempo, ¿no?

—A veces, no siempre. Desde pequeña he ido aprendiendo, así que no es que me viva la vida detrás de un libro o algo así. Además, dicen que tengo facilidad... —De pronto decidió cambiar el tema, lo veía más relajado, supo que era su oportunidad—. Y dime, ¿cuándo piensas comenzar?

—Concursé para una beca en una escuela gastronómica en el centro, los resultados salen a final de año, debo esperar —respondió evaluando su reacción. Aún seguía creyendo que en cualquier momento se levantaría y abandonaría el lugar, no sin antes burlarse de él.

Dulce debilidad © ¡A LA VENTA!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora