† No te dejaré solo †

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AVISO_

Leer de noche, luces apagadas y pantalla en negro, esta historia es muy gráfica y contiene situaciones que pueden herir a público susceptible.

Se recomienda discresión...









Al final, yo también estoy muerto por dentro...





—Una promesa, era una simple promesa.— dije y me acerqué a ella.
—La gente tiene la mala costumbre de dar su palabra como si dieran la hora a un extraño; si les cae en gracia se la dan sin problemas.
Mientras yo hablaba, su rostro congestionado y pálido me miraba rígido, frío y temeroso. Su pelo castaño estaba revuelto completamente y se había pegado a sus mejillas y frente por el sudor y la posición en la que se hallaba.
—Desgraciadamente ese extraño, ese que confió en ti y en tus estúpidas promesas ¡fui yo!— grité esas últimas dos palabras con fuerza mirándola y señalando mi pecho con el dedo índice.
—Puede que tú no hayas pensado así. ¡Lo siento si fui un inconveniente para ti! Contigo me sentía una persona, me sentía menos un problema y más una ser humano. Tú me hiciste volver a ver las cosas felices, olvidar lo que antes me hizo daño.
Las lágrimas empezaban a escapar de mis ojos.
—Quise hacer hasta lo imposible por estar contigo, te aconsejé cuando pude, tú lo hiciste conmigo cuando pudiste. Te ayudé con tus problemas amorosos, con tus amigos, tus complejos, tus demonios.
Ya no pude más y caí de rodillas a su lado, su piel estaba de un color más blanco que el papel y sus ojos verdes seguían clavados en mi.
—Yo era un problema para ti ¿cierto?— dije en un tono más calmado y resignado.
Esperaba una respuesta.
Sabía que no la obtendría pero aún así, por alguna razón la esperé.
—Tú eras parte de mi mundo y ahora mi mundo se cae en pedazos. Me hiciste lo que tanto condenaste, de lo que me intentaste proteger.
En ese momento no aguanté más y comencé a llorar, lloré como nunca antes había llorado en mi vida. Gritaba de impotencia, recordaba nuestras risas, nuestras conversaciones hasta tarde, las veces que nos habíamos sincerado uno con el otro. Ella seguía tirada en el suelo con el cuchillo en el pecho, su sangre brotaba de la herida aún fresca y alimentaba un charco formado al rededor suyo.
Me había deshecho de ella, pero el dolor no se iba y eso me alteraba más.
No sabía que hacer, el solo verla a los ojos aunque muerta me hacía sentir en la boca del estómago la hiel de su traición. Pero ahora podía cumplir su promesa, ahora ella no me dejaría solo.
No somos tan distintos ahora.
Al final, yo también estoy muerto por dentro.







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Lo siento si esta historia es muy escueta o algo pobre, hace mucho no escribo.

Mist †

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⏰ Última actualización: Mar 17, 2020 ⏰

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