CAPÍTULO 8: LA ENCRUCIJADA

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Año 1943 - Pedro & Hortencia

Pedro tenía dos opciones: La primera era utilizar el caballo y la comida que Anabel estaba preparándole e irse cabalgando lo más lejos que pueda, olvidarse de todo y empezar una vida sólo, el amor ya no importaría mucho, pero podría vivir sin eso.

La segunda opción era mucho más excitante, pero arriesgada, tendría que ir en ese momento a decirle a Hortencia que la esperaría en algún lugar en concreto a una hora en específico y una vez que se encontraran, cabalgar y empezar a construir una vida juntos. A Ramiro le encantaba esta opción.

Pedro lo pensó y re pensó, finalmente se decidió por la primera. No se arriesgaría, la amaba tanto que lo único que deseaba era que ella esté bien, aunque eso significara que no esté a su lado.

- Anita. Ya he decidio' qué hacer... -Le dijo Pedro a Anabel en tono melancólico. -Ella va a estar mejor sin mí. Usted prepareme tranquila el avío que de todas maneras voy a partir a la media noche, pero partiré sólo. Voy a dejar que la Hortencia sea feliz con quien sus padres elijan para ella, jamás podré darle lo que merece.

Anabel lo miró como si estuviera reviviendo una escena de su vida pasada, se sentía triste y decepcionada, no lo podía ocultar. Sin embargo, no dijo nada, sólo asintió y se dirigió a la cocina para terminar de prepararle la comida al joven.

Ramiro por otra parte, había escuchado el veredicto del muchacho y se acercó a Pedro con cara de asombro.

-¿En serio lo tas' diciendo chango? ¿Te vas a ir nomá'? ¡Yo te creía con los huevos bien puestos mi amigo! ¿Tan fácil te habías sabido rendir vos? -Se burlaba Ramiro en tono sarcástico.

- No me jodas viejo... que te wa atá una cagada (dar una golpiza) que la vas a estar sobando (friccionando) toda tu vida. -Respondió Pedro en el mismo tono de burla que su amigo.

- ¡Como te wa extrañar Pedrito! ¡Mi gran amigo! ¡Prometeme que me vas a visitar de vez en cuando! -Exclamó Ramiro mientras le daba un fuerte abrazo a Pedro, quien lo recibió con alegría y tristeza a la vez.

- Claro que vendré a verlos, ustedes esperen tranquilos, que cuando menos lo piensen yo voy a estar sentao' tomándome un vino con vos nuevamente.

- Eso espero compadrito, será un placer recibirte por aquí. -Respondió Ramiro quien parece que recién tomaba conciencia de la distancia que los separaría. -Bueno, no te hagas esperar mucho Pedro, ya va ser medianoche y has visto que después de las tres de la mañana dicen que los caballos no quieren cruzar por el cementerio de Tatarenda, y vas a tener que dormir alao' de la quebrada. Váyase rápido mi hermano, que está con el tiempo pisandole los talones.

- Yo no creo en lo que dicen los borrachos fiesteros Ramiro. Ya deberías saberlo, pero de todas maneras si quiero llegar rápido a la carretera principal tengo que apurarme. Nos veremos luego hermano, y espero que sea pronto. Si mañana Hortencia o los patrones preguntan por mí, diganles que me fui y que no voy a volver.

- Está bien Pedro, anda con cuidao' chango no te vaya a aparecer la llorona en medio de la encrucijada. -Se mofó nuevamente Ramiro con una gran sonrisa. Pedro se despidió de él y agradeció a ambos por su amistad, dio un gran abrazo a Anabel y partió pasando la media noche hacia su futuro desconocido. Sin tener idea de lo que se encontraría en el camino.

La encrucijada era un cruce entre dos caminos, el camino nuevo que era el más transitado y el principio del camino viejo que ya casi nadie pisaba. El único punto en que ambos caminos se unían, era llamado de tal manera, y también protagonista de infinidad de relatos sobrenaturales que la gente decía haber pasado al cruzar por ahí ya sea de día o de noche.

Pedro nunca había visto nada, asi que no temía. Cabalgó 5 leguas, cuando a doscientos metros de llegar a la encrucijada, divisó a un caballo negro, si no hubiera habido una luna llena tan grande esa noche, nunca lo habría visto, ni a su jinete tampoco. Como tenía las alforjas casi vacías, no temía de los ladrones por la misma razón.

Se acercó a paso lento. Su caballo relinchaba desconfiado, cuando estaba más cerca vio que el jinete era una mujer vestida toda de blanco. El vello de la piel se le erizó. ¿Realmente le estaba pasando esto a él?

Pedro había escuchado historias de que al pasar por ahí a veces se te presentaba la llorona, el espíritu de una viuda en pena, a la cual debías ignorar y no mirarla, de esta manera sólo te lloraba al oído por medio kilómetro. En cambio si la mirabas a la cara, te volvías capaz de ver a todos los espantos que merodeaban en la zona y enloquecías poco a poco.

- Son sólo cuentos de borrachos. -Se dijo Pedro a sí mismo para tranquilizarse.

Al encontrarse como a veinte metros de la encrucijada y ver que el caballo de la jinete desconocida estaba quieto como esperándolo, comenzó a tener miedo. Pero no lo demostró.

- ¡¿Quién mierda me está esperando?! ¡Yo no soy hembra de nadie carajo! ¡Correte de ahí antes de que saque el rifle y te haga zapatear a balas! ¡Qué llorona ni qué ocho cuartos! ¡Córrase del camino carajo! -Gritó y voraceó Pedro en un tono desencajado.

- ¡No me dispares Pedro! - Era Hortencia quien hablaba esta vez.

- ¡¿Hortencia?! ¡Qué puta estás haciendo aquí! -Exclamó sorprendido el muchacho.

A lo lejos se empezaron a escuchar tiros y el ladrido de los perros de caza. En la hacienda ya se habían dado cuenta de que los jóvenes no estaban.

- Si nos encuentran no me van a creer que vos te viniste sola para acá. Y si te volvés sola ahora y yo sigo por mi camino, voy a ser el peón cobarde toda mi vida.

- ¿Crees que yo me voy a volver? ¡Me escapé para irme con vos Pedro! Le robé el vestido de novia a Nelda para que apenas lleguemos al pueblo, nos casemos.

- ¡¿Que hiciste qué?! -Pedro cada vez estaba más sorprendido con la muchacha, ya sólo faltaba que le dijera que estaba embarazada y que era del espíritu Santo. Sin embargo, él la amaba.

- Dale Pedro, si lo pensas mucho, los perros nos van a encontrar y date por hombre muerto.

- Bueno, vamos. Va a ser una noche muy larga.

Y así estos jóvenes enamorados emprendieron la huída hacia su nueva vida.

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NOTAS DE AUTOR:

Y a partir de acá ya todos sabemos lo que pasó. Ellos se casaron, pero nunca pudieron estar económicamente estables. Aunque claro, eso era lo de menos siempre que haya amor entre ellos y comida para su familia.

Hortencia jamás volvió a ver a sus padres. Sólo visitó a su hermana una vez en toda su vida luego de casada, pero eso ya lo veremos más adelante.

Realmente espero que les esté gustando la historia.

Cruzando la Quebrada | EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora