Capítulo VII: Bad together

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Valentina tomó la orden y le ofreció la mano a Inés para llevarla a la cocina, que se bajó de la silla y la siguió sin dudar.

-Es muy linda, Flor- la felicitó Facundo.

-Es la luz de mis ojos- se sinceró Florencia.

-¿Cómo la tuvieron? ¿La adoptaron?

Flor carraspeó.

-Perdón, re desubicado.

-No, no pasa nada- le dijo Flor, tranquila-. Pero prefiero no hablar del tema, si no te jode. Es muy personal y no me gusta hablarlo si Jazmín no está.

Facundo entendió instantáneamente.

-¿Por qué le dicen chinita?- preguntó.

Flor se rió y le explicó divertida: -Porque se ríe igual que Jaz, con los ojitos chinitos. Se ríe y achina los ojos morochos más lindos que vi.

-No puedo creer lo enamorada que estás de tu hija. Me llena el corazón verte así.

Flor se sonrojó.

-¿Pero no te pasa a vos con tus nenes?

-Si, obvio, pero con los varones es diferente. Además los míos ya están grandes. Y es diferente. Son más fríos. Allá en Holanda son todos más fríos, viste. Nada que ver con la gente de acá. Y ellos nacieron y se criaron allá.

-Claro- entendió la otra-. ¿Y la mamá? Vos estás casado.

-Si, con Eli- dijo Facundo.

-Cierto...

Hubo un silencio.

-¿Y el remo?

-El remo bien- dijo Facundo, melancólico-. Ahora estoy lesionado de la clavícula, por eso pude venir para la reunión, sino tengo que estar entrenando. Pero Rotterdam es una ciudad hermosa para remar y me mudé ahí hace un par de años así que estoy a full con eso. Tengo que aprovechar porque con el deporte el cuerpo tiene una vida útil, ¿viste?

Flor asentía mientras Facundo hablaba sobre Holanda. Le dieron ganas de ir. Al cabo de unos minutos, Inés volvió de la mano con Valentina. La chica traía en la otra bandeja los cafès, haciendo malabares.

-¿Hiciste las galletitas, chini?- le preguntó Flor a Inés.

La nena asintió mientras engullía los corazones glaseados con caramelo rosa.

-Inés, contame, ¿cómo es eso de que te gusta jugar al fútbol? ¿No es un deporte para nenes?

Inés lo miró extrañado.

-No, los deportes no son ni para nenes ni para nenas. Son para todos. 

Facundo la miró un poco incómodo y soltó una risita nerviosa. Flor no le prestó atención, estaba embobada mirando a su hija, mientras le hacía rulitos en el pelo rubio. 

-Juego al fútbol en el patio con la pelota que me regalo el abuelo. Una pelota del bicho.

Facundo se rió con ganas ahora.

-¿Sos hincha del bicho? Amarga como tu mamá.

La nena miró confundida a Flor.

-¡Eh!- dijo Flor-. ¿Cómo va a decir eso del bicho colorado de La Paternal?

-¡Eso! ¿Cómo vas a decir eso del bicho colorado de la paternal?- repitió Inés, frunciendo el ceño y trabándose a mas no poder con las últimas palabras.

La siguiente hora se la pasaron hablando de pocas cosas importantes. Flor le contó a Facundo del hotel, de los proyectos que tenìan en el sur con las cabañas, de lo mucho que trabajaba con sus hermanas. Le contó que Lucía tenía dos mellizos, una nena y otro bebé en camino. Le contó que Virginia tenía todos varones y que Carla también tenía una familia hermosa con su marido. También le habló de Miranda, a quien Facundo no conocía, y le contó que estaba de gira con su banda de cumbia y que estaba escribiendo su próximo disco. Le dijo que la extrañaba y que hacía dos meses que estaba afuera del paìs. Los dos se hablaron como si no hubiera pasado el tiempo. Cuando terminaron de merendar, Facundo se ofreció a acompañarlas a la casa. El tenìa que ir en esa dirección y Flor le dijo que lo tiraba por algún lado.

Nada nos va a separar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora