Capítulo 28

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Disparé una, dos, tres veces más. Jadeé en frustración, el maldito conseguía que las balas rebotasen contra la fina navaja de su cuchillo.

Disparé hasta que el casquillo se quedó vacío o hasta que mi índice hormigueó por el cansancio.

Jeff consiguió llegar hasta a mi en cuanto las balas se acabaron. Sin opciones, le lancé la inservible pistola y tomé el cuchillo que descansaba en la cinturilla de mi jean. Apreté los dientes con fuerza al sentir mi espalda golpearse contra el duro concreto, y forcejeé contra su cuerpo, cuyas intenciones parecían relacionarse con las de aplastarme. Sudorosa y jadeante, me quedé inmóvil, muy a sabiendas que no tenía muchas opciones. Entreabrí mis labios y pasé mi lengua entre ellos, humedeciéndolos. Llevaba tan sólo una fina blusa de tirantes, que dejaban a la vista mis transpirados pechos. El pelinegro pareció distraerse con la imagen mía debajo de él, y aproveché el momento para clavarle el cuchillo en su pierna izquierda, haciéndolo jadear de la sorpresa.

Sonreí satisfecha de haber logrado un avance en cuanto a mi defensa y le guiñé un ojo, haciéndolo reír antes de besar mi boca con dedicación.

Un beso con el sabor salado del sudor y con la humedad de su lengua contra mis labios fue un premio que consideré lo suficientemente justo para mi.

—Voy mejorando—musité complacida sobre sus labios, Jeff me sonrió de esa manera burlona, solo como él sabía hacerlo y bajó momentáneamente su vista hacia mis pechos, antes de posarla sobre mis ojos.

—Hiciste trampa, me distraíste—se excusó tal y como lo haría un niño pequeño.

—Pero conseguí enterrarte el cuchillo—me defendí, empujándolo para que moviera su culo de encima mío y me dejara levantarme.

—Temo decirte, pero creo que quedarte inmóvil y seducir a tu contrincante sólo funciona conmigo —fruncí el ceño y le volteé a ver, él me lanzó un beso antes de comenzar a sacarse el cuchillo y limpiarlo sin preocupación con la tela de su pantalón, y su herida comenzó a cicatrizar con esa velocidad que siempre terminaba por sorprenderme.

— ¡Rompiste mi pantalón, no se vale!—se quejó, rodé los ojos.

Caminé en círculos durante algunos segundos, intentando calmar mi respiración por todo el esfuerzo que había hecho y, cuando mi pulso consiguió normalizarse y en mi cuerpo sólo quedó el rastro del cansancio,  pateé con furia una de las paredes de aquella fábrica, sin percatarme de que me iba a doler más a mi que a la pared.

—¡Maldita sea!—siseé frustrada, importándome poco el punzante dolor de mi pie y jalando de mis cabellos, grité—. ¡Soy una jodida inútil!

"Si tan sólo no fuera una humana no sería tan débil y lenta. Ni siquiera puedo cuidar de mi misma, ¿como esperaré poder cuidar de mi bebé así? No puedo depender siempre de ti, y a éste paso podré ser testigo de como dañan a mi hijo frente a mis narices sin poder mover un puto dedo. ¡Soy una completa inútil débil de mierda! ¡Jodido estorbo el que soy!".

Jeff guardó silencio, y comencé a llorar como la sensible chillona que era; siendo consciente de todos los peligros que nos rodeaban. Me aterraba la idea de no poder proteger a mi hijo si alguien intentaba hacernos daño. Me frustaba cansarme tan rápido y que, sin importar cuanto le exigiera a mi cuerpo, siempre terminaba logrando muy poco. Sabía muy bien que Jeff se contenía, sabía que me dejaba luchar para que pudiera sentirme un poco mejor, pero que los avances que hacía eran realmente insignificantes para cuando me enfrentara cara a cara con algún inmortal. Sabía que estaría muerta en menos de lo que me diera cuenta si alguien se aparecía y Jeff no estuviera conmigo.

El llanto de mi bebé hizo que dejara mi berrinche y me acercara a él. Era hora de su leche. Limpié las lágrimas de mis ojos y me acerqué a una de las cajas de madera donde lo había dejado, envuelto con una manta.

Soy su juguete (Jeff Y Tu) [[EN EDICIÓN]]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora