Capítulo 27 Las Cuatro Estaciones II

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—Sherlock, tienes que ver esto —dijo preocupado.

—No es hora de ponernos a ver dibujitos.

—Necesito que los veas —mencionó molesto mientras ponía la libreta sobre una pequeña mesa y apuntaba a uno de los dibujos—. ¿Recuerdas la vez que fuimos a Enfield? ¿Recuerdas todo lo que Bell dibujo? —Sherlock, a mala gana, afirmó—. Bueno, ¿Recuerdas que te dije que los niños, muchas veces, se expresan de alguna manera? Bell lo hacía dibujando y el niño Moran también.

Sherlock dejó caer sus brazos y se acercó para mirar aquella libreta. Mientras estuvo en la habitación le dio una rápida hojeada y supo que los dibujos no eran alentadores, pero complació a su amigo y ambos se dispusieron a ver los dibujos del pequeño Moran.

Sebastian Moran no dibujaba lo típico de un niño de su edad. En sus dibujos había ira, rabia, rencor, violencia, cosas que un niño no debería experimentar. Sherlock, con la más frívola actitud, analizó cada dibujo, sin dejar escapar los expresivos detalles.

—Había maltrato familiar —habló Sherlock como si nada—. Sostengo mi teoría de que Eloise Moran tenía un amante, y engañar a un ex militar no es algo bueno.

—Sherlock... —llamó John serio.

—Imagina no tener estabilidad económica y que tu mujer buscará consuelo en otro hombre, era obvio, el desahogo iba ser con el niño.

—Sherlock... —insistió John con un largo suspiro amargo.

—Y aquí está la prueba del abuso. Insultos, gritos, bofetadas, golpes, el niño dibujo todo lo que pasaba en su hogar y...

—¡Sherlock para ya! —interrumpió furioso John. El detective hizo caso aquellas palabras y, disimulando su sorpresa, miro a su amigo—. En serio, detente...

John se mostraba frustrado, casi dolido por lo que Sherlock acababa de decir, pero este no comprendía porque el reaccionar así. Desde que entraron en la casa Moran ambos habían sido cubiertos por sensaciones nada alentadoras, Sherlock sabía que John se iba a sensibilizar (más de lo normal) pero nunca pensó que fuera a caer tan rápidamente. Al menos el trataba de mantener la cabeza fría, pero en el fondo le era imposible.

—John...

—En serio Sherlock —interrumpió aún furioso—, es en serio.

—Yo... solo estoy deduciendo —se excusó—. Es lo que siempre hago.

—Lo sé pero, por un minuto, un mísero minuto, ¿podrías dejar de pensar como una máquina y actuar con algo de humanidad? —Cuestionó haciendo que cada palabra fuera como un golpe hacia el detective—. ¿Por favor?

La única reacción de Sherlock fue parpadear rápidamente, dentro de él trató de digerir todo lo que John había pedido pero resultaba frustrante para él

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La única reacción de Sherlock fue parpadear rápidamente, dentro de él trató de digerir todo lo que John había pedido pero resultaba frustrante para él. Al descubrir lo ido que su amigo estaba John suspiró y tomó la libreta.

La Niña que llegó al 221B de Baker Street. 【E D I T A N D O】Where stories live. Discover now