—Hay que reunir a todos antes de levantar el campamento— ordenó Amín, el líder de los "entrenadores".

Jared y Alex asintieron y cada uno se encaminó a una vagoneta para informar la instrucción del líder del grupo; Alex caminó hacia el auto donde Lya y Duncan estaban; y Jared en sentido contrario, había escuchado el cotilleo entre aquél par y no estaba dispuesto a hacerlo de nuevo, no cuando había cosas más importantes qué hacer, como prepararse para un entrenamiento.

.

Duncan miró sus pies, sus zapatos tenían restos de barro seco y viejo, era el par los que usaba cuando iba con Julián a perderse en el bosque, Dafne siempre los reprendía por ello; una vez incluso tiró de la oreja de su hijo cuando se tardaron más de lo usual en regresar a casa, pero es que cuando se estaba nadando en el lago, en pleno verano, las horas pasaba demasiado rápido. Vaya recuerdos aquellos.

—... Y esa será la formación por ahora, hasta que se indique lo contrario— finalizó Irene, la segunda al mando de aquel grupo de doce individuos.

Duncan miró al frente y parpadeó regresando al presente, no había captado nada. Como notó que todos se movilizaron al instante, su primer reflejo fue observar a Jared en busca de algún indicio de las instrucciones, sin embargo, este volteó el rostro ignorándolo, pero atendiendo inmediatamente a Johan, quien se había acercado y tirado con suavidad de su antebrazo.

El castaño parecía petrificado en su lugar. ¿Debía sorprenderle la falta de apoyo por parte de Jared? Por supuesto que no, seguramente era más significativo ayudar a Johan a armar su tienda de campaña... tal vez, cualquier cosa era más significativo que él.

De repente un golpe fuerte en su hombro le hizo dejar de auto-compadecerse y tambalearse, incluso dar un paso hacia atrás.

—Muévete beta, no estorbes; que debemos terminar antes que anochezca— gruñó Alex.

El castaño sonrió ampliamente, —¿Qué, le temes a la oscuridad? No te preocupes, que estoy aquí—, le lanzó un guiño, —yo te protegeré—, sino dejaba escapar un comentario mordaz no sería Duncan, ¿o sí?

Alex bufó, —tan petulante, como siempre.

—Tan fastidioso, como siempre— contestó.

El pelinegro acercó su rostro y dijo, —no abuses de tu suerte, puedo apostar que pronto te marcharás; este no es lugar para ti.

—Suertudo es mi segundo nombre— dijo enseguida y luego se encogió de hombros, dejando en claro que la situación y el dialogo le eran irrelevantes, —bueno, lo sería si tuviera uno; deberé hablar con mi madre sobre eso.

Alex le miró de arriba a abajo, negando con la cabeza y pensando seguramente que era un "caso perdido", después siguió su camino.

Duncan exhaló, ya se estaba cansando de sus amenazas y el mal trato, no era tanto como para "quejarse" con algún superior, pero tampoco podía ignorarlo; entonces se sintió observado, giró sobre sus talones y encontró a Johan y Jared mirándole con el ceño fruncido, era claro que ambos reprobaban su comportamiento y habían escuchado la conversación.

Entonces Lya llegó a su lado.

—Ey, no te quedes allí, hay que darse prisa— su tono era muy diferente al de Alex, ella era amable, —es mejor que tengamos las tiendas hechas pronto. ¿Quieres que te ayude con la tuya?— se ofreció.

El área de las tiendas de hombres y mujeres estaba en zonas separadas, no por un límite o restricción como tal, pero sí había una evidente diferencia.

¿Tienda? Duncan quiso reírse. Él estaba acostumbrado a dormir a la intemperie en su forma lobo, una tienda era "demasiada comodidad".

—No, gracias— dijo, —me las arreglaré yo solo; además, no quiero dar motivo para que Alex agregue "inútil" a la lista de mis adjetivos.

SunlightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora