2: Como un sediento mira el agua

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Soy una viajera apasionada
Soy una aventura de una noche
No pertenezco a ninguna ciudad
No pertenezco a ningún hombre
Soy la violencia en la lluvia torrencial
Soy un huracán
—Hurricane, Halsey





Sabrina

Después de la ocurrente broma que mi hermana le hizo a mi madre, me obligó a mi a poner la mesa. Cuando reproché porqué no lo hacía Selena, me dijo que ella era la invitada. Lo hice de mala gana, como todas las cosas que le eran pedidas —impuestas, en realidad— por mi madre. En serio lo intentaba, aunque no se notase. Quería llevarme bien con mi familia y ser una buena hija y hermana, pero había algo que lo impedía. Y yo creo que se debía a que yo misma me sentía en discordia con mi familia. Era la diferente, tanto física como emocional y psicológica. Era la primera en estudiar arte, en tener ojos grises, no encontraba satisfacción con las mismas cosas que mi familia. Yo era mi primera prioridad y hacia las cosas por mi y para mi. Y lo más importante, eso que muchas veces no sabía explicar, ser lesbiana. Y se que mi familia no me creía diferente ni nada por el estilo por mi orientación sexual, pero sentía a veces que hubieran preferido que les presentara un novio. Y lo había intentado. Pero esa no era yo. Por más que intentara complacerles, no podía abandonarme a mi misma y dejar de ser yo.

Selena revisaba los álbumes de la familia en busca de algunas que recolectar para el video de la boda. De vez en cuando encontraba alguna de Samuel y yo y se reía de los rechoncha que había sido de niña. Por más que a la hora de nace había sido la más pequeña, había logrado doblar mi peso en comida. Años después, la pubertad había hecho maravillas conmigo, regalándome un buen metro setenta y cinco, un cuerpo largo y esbelto y un rosto anguloso con una mandíbula bien definida. Era consciente de la forma en que me miraban hombres y mujeres y me gustaba aprovechar el efecto que tenía en las personas. Otra cosa que me ponía los pelos de punta era el solo hecho que la boda se acercaba. Tendría que ser dama de honor de Selena y usar un vestido —que conociendo a Selena sería rosa— y la sola idea de usar un vestido rosa me hacía querer irme del país. No tenía nada en contra de los vestidos ni del color rosa. Cada quien es dueño de vestir la ropa que se le plazca. Es más, adoraba ese pequeño vestido color salmón que Emma usaba en la primavera. Pero no era mi estilo y no creía en que te obligaran a usar cosas con las que no te sintieses cómodo. Y tampoco me sentía cómoda caminando en procesión tomada del brazo de uno de los amigos del novio mientras toda la gente asistente me miraba.

El timbre sonó, disipando mis pensamientos. Lo agradecí, pero no me moví de mi lugar. Después de unos minutos, mientras terminaba de acomodar las servilletas, sonó otra vez. ¿Qué nadie en esta casa iba a atender la jodida puerta? ¿Qué clases de modales tenían, los habían criado los lobos? Aun rezongando por lo bajo me dirigí a la puerta. Sonaba justo como mi madre cuando se quejaba de mi y decía que todo en la casa lo tenía que hacer ella. Abro la puerta, más que lista para insultar a la persona del otro lado. Pero mis ojos no daban crédito de lo que veían. Del otro lado de la puerta estaba Emma. Mi rostro se deforma en confusión. Traía unos jeans negros que le quedaban incluso mejor de lo que me imaginaba, botas negras de tacón y una bonita blusa azul debajo de una chaqueta. Estaba tan linda que me quitó el aliento.

—¿Qué haces aquí? — Ella parecía tan confundida como yo cuando hizo la pregunta. Nerviosa como me encontraba ante su presencia, no podía formular una respuesta concreta.

—Vivo aquí, ¿cuál es tu excusa? —respondo, sonando más molesta de lo que pretendía. Emma parecía incómoda con mi respuesta. Ninguna tuco que decir mucho más porque Samuel apareció y no me dejó terminar la conversación que estábamos teniendo.

—Emma, no te esperaba tan pronto. — exclamó con sorpresa mi hermano. Ahora estaba más confundida que hace unos segundos. ¿De dónde podría conocer el aburrido de mi hermano a alguien tan divertido como Emma? Samuel se acercó a la pequeña castaña, deslizó la mano por detrás de su cuello y le dio un corto beso en los labios. Aparté la mirada tan rápido como pude, con el corazón en la mano. No podía presenciar esa escena porque me imaginaba a mí besándole y era simplemente doloroso. "No desearás a la mujer de tu hermano", eso estaba en la Biblia, ¿verdad? No es que fuera creyente ni nada por el estilo. Finalmente se separaron y Samuel se paró junto a mí. La boca de Emma se abrió.

Twin Sized HeartOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz