Capítulo tres

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La chica había sido vaciada, no había órganos en su interior, ni sangre. Tampoco había signos de violación, ni sufrimiento. La habían sedado para extraerle la sangre hasta causarle la muerte, luego habían sacado sus órganos. En ningún momento parecía haber sufrido daño o golpe alguno, lo que solo causaba que los oficiales estuvieran enfurecidos y desconcertados.

La joven apenas había cumplido dieciséis años.

Edward miraba a los oficiales discutiendo teorías, hablando de hacer un toque de queda y hacer un llamado a los padres para que no dejaran solos a sus hijos. Era un escándalo.

No solo era eso. Todo su cuerpo estaba temblando, sus manos y pies helados casi como si se estuviera congelando. Su cabeza palpitaba y sentía su corazón latiendo descontrolado. Todo era un desastre. Debió haber estado prestando atención, como tonto, casi como un inexperto se dejó llevar por un llamado. Bien sabía que eso podía pasarle, era igual de susceptible que el resto, con la diferencia que podía ser consciente. Claro que no lo había sido, gracias a que su mente estaba complicada con tantos pensamientos.

Algunas veces estaba de acuerdo con su madre, cuando ella aseguraba que actuaba como un tonto impulsivo. La mujer tenía razón, no podía negarlo, pero cuando se trataba de Sebastián... bueno, él siempre había sido su punto débil.

El comisario Thomas chifló callando de manera certera a todos, así como sacando a Edward de sus pensamientos.

El hombre mayor los miró con fría calma. Los entendía, entre ellos había madres y padres, que también estaban preocupados por sus hijos. Pero debían mantener la calma, si querían evitar que los secuestros siguieran -porque ahora no podía pensarse que los jóvenes habían escapado-, así como atrapar a los responsables. Hacer un escándalo de todo solo complicaría las cosas, tenían que pensar con claridad.

Miró al joven federal.

-Agente Taylor, creo que es bastante claro que lo que está pasando se sale de nuestras manos -comenta con una expresión calculadora-. Debemos llamar a la central para pedir ayuda...

Edward negó.

-Esa es la razón por la que estoy aquí -respondió enderezando su lastimado cuerpo y encarando al hombre mayor. -Entiendo que estén desesperados, pero necesitamos centrarnos en las pistas y evitar que el pueblo enloquezca. Hay que recorrer los caminos, hacer grupos de búsqueda, formar un perímetro. Es seguro que se encuentren en alguna parte del bosque, no hay forma que llevaran un cuerpo sin que alguien lo notara.

Con cada palabra los oficiales asentían, también se enderezaban. Edward sabía lo que estaba haciendo, por más que se sintiera como si hubiera sido atropellado por un camión, ese no era su primer caso.

El comisario le dio un ligero asentimiento mientras volvía a tomar la palabra para empezar a organizar las búsquedas. Le devolvió el gesto y se movió para sentarse tras el escritorio que le habían asignado. Abriendo su computadora para mandar un mensaje a su jefe, puede que no fuera un caso común, si necesitaba ayuda no iba a dudar en pedirla. Pero primero necesitaba identificar que exactamente lo que estaba pasando.

  Además, sacarse a Sebastián de la mente.  

  

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INTUICIÓNWhere stories live. Discover now