👑 Capítulo 54

82.2K 7.6K 1K
                                    

Espero junto a Axel que el ascensor del hospital llegue hasta la planta baja. No puedo evitar bostezar debido al sueño que traigo conmigo. Ayer, a Marshall y a mí, se nos hizo muy tarde poniendo toda la información en orden y sacando todo tipo de hipótesis que acabaron descartadas por la falta de pruebas. A penas podemos hacer algo con tan poco. Si bien, es obvio que Axel es inocente, pero necesitamos evidencias que lo demuestren y eso es lo que nos falta. Recuerdo haberme despedido del señor Meadows a eso de las tres de la madrugada y esta mañana, Williams, me ha venido a despertar a las ocho. Ahora son cerca de las nueve y sigo estando cansada. Apuesto a que me han salido ojeras.

Las puertas de elevador se abren y ambos nos adentramos en él. Tras presionar el botón que nos llevará a la planta donde está Ángel ingresado, comenzamos nuestro corto trayecto. Me cruzo de brazos y apoyo la espalda contra la pared, mientras mantengo la mirada fija en mi acompañante. Él lleva entre sus brazos un Skate y una sonrisa plantada en la cara que me resulta de lo más tierna. Axel se lo ha comprado al chico porque este le dijo que le gustaba patinar. Al principio me pareció una tontería, pues al muchacho le falta una pierna, pero con lo que yo no contaba es que Williams ya lo tenía todo pensado. Le va a comprar una pierna ortopédica con el dinero que le da su padre para poder vivir, para que pueda utilizarlo. Quiere que pase el tiempo que le queda de la mejor manera. Sonrío inconscientemente al recordar la ilusión con la que me ha contado todo esto hace apenas unos minutos.

—¿Por qué sonríes? —me pregunta Axel.

Cuando le miro, veo que tiene una ceja arqueada.

—Me parece muy bonito todo lo que estás haciendo por Ángel —confieso—. Qué cosas, eh. El asesino a sangre fría tiene corazoncito.

Observo con detenimiento su expresión facial, a la espera de que reaccione a mis palabras. No lo he dicho para ofenderle o echarle en cara nada, mi intención es hacerle ver que no me creo nada de lo que me ha dicho. Quiero que sepa que sé que hay algo que no cuadra, que es una buena persona y que no ha matado a absolutamente nadie. Y, para mi suerte, el parece captar la indirecta, pues se pone nervioso y le escucho tragar saliva con dificultad. Sus oscuros ojos se quedan anclados a los míos hasta que el ascensor se para al hacernos llegar a nuestro destino. Este sale dando un par de pasos marcha atrás, yo los avanzo hasta quedar a pocos centímetros de él.

—No puedes engañar a todos —susurro—. Tu secreto está a salvo conmigo.

Su mirada se desvía hasta mis labios, pero enseguida vuelven a mis ojos. Axel, sin decir nada al respecto, se da la vuelta y comienza a caminar por el pasillo. Yo acelero el paso hasta posicionarme a su lado. Al cabo de unos pocos segundos, llegamos a la puerta que pertenece a la habitación de Ángel. Agarro el picaporte y la abro.

Cuando nos adentramos en el lugar, el muchacho al que venimos a ver se encuentra tumbado en la cama, totalmente pálido, ojeras negras bajo sus ojos, los labios agrietados y secos y una tos de lo más espantosa que no le permite respirar con normalidad.

—Ángel... —Axel pronuncia su nombre.

El nombrado nos mira, agotado, para después dedicarnos una sonrisa forzada. Se me parte el corazón al verle en ese estado.

—Buenos días —nos saluda él, con voz un poco afónica.

—¿Qué tienen de buenos si tú estás así? —objeta Williams.

Él se acerca lentamente al lado izquierdo de la cama del paciente.

—Que vosotros estáis aquí. —Se encoge de hombre y vuelve a toser—. Eso es lo que le hace un buen día.

Me aproximo a ellos, agarrándome los codos. La mirada de Ángel baja hasta la tabla con ruedas que lleva su amigo consigo, haciendo que la sonrisa que tenía plantada en su rostro se desvanezca de golpe.

Criminal | EN FÍSICO |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora