— No te sientas especial, eres la clara demostración de que las apariencias engañan, porque en cuanto abriste la boca, todo el interés que tenía por ti se fue al drenaje. 

— ¿Así que tenías interés por mi? — una sonrisa arrogante se asomó por su rostro mientras alzaba levemente las cejas, parecía gratamente sorprendido. 

— Desesperante. — gruñí mientras le daba la espalda y caminaba rápidamente hasta la salida. Bajé el ritmo acelerado de mis pisadas únicamente porque no quería que el chico pensara que estaba huyendo de él. Simplemente, estaba harta de continuar con una discusión sin sentido.  

Todavía sentía vergüenza, aún más después de haberme delatado solita. Lo que más me molestaba es que seguro iba a tener que cruzarme con él y ver su estúpida cara de tarado seguido. 

De todas maneras, traté de que eso no afectara en nada mi humor, después de todo, ahora vería al chico más atractivo y amable de toda la cuadra. Traté de sonreír y que mi sonrisa no quedara muy forzada ni nada, tenía que estar lo más natural y relajada que pudiera para darle una buena impresión, aunque entre el disgusto que acababa de pasar con el desagradable encuentro, los nervios y la emoción todo mezclado como ensalada dentro de mí, sentía que iba a desfallecer ahí mismo. Toqué el timbre y escuché su voz a través del parlante, masculina y potente, pero con un tono muy agradable y simpático. 

— ¿Si? 

— Soy Devra. — fue cuando no contestó que recordé que no nos habíamos presentado. —La vecina, la vecina. Vengo por mi gato. 

— ¡Ah! La chica dulce del gato, claro, pasa. 

La puerta se abrió y pasé, con una sonrisa bobalicona entre los labios porque me había nombrado como la chica dulce del gato. Es decir, él piensa que soy dulce. 
Bien, eso había sido suficiente para sacarme el mal humor que traía por el otro vecino insoportable, pero el nerviosismo todavía me jugaba en contra. Todavía había una batalla campal en mi estómago y no sabía cómo deshacerme de esa sensación. 

—Un gusto, soy Devra, lo acabo de decir pero pensé que era importante volver a presentarme, esta vez correctamente, espero que me sepas interpretar, quiero decir, que ojalá me esté expresando bien, en una situación cualquiera no hubiese dicho nuevamente mi nombre pero soy nueva y mi madre siempre hace hincapié en que es indispensable quedar bien con los vecinos y dar una buena impresión, para eso necesito ser educada y Dios ahora crees que estoy loca. —para mi absoluto horror no pude detener mi verborragia, continuando mi monólogo con una sarta de estupideces sin sentido, dejando escapar de mi boca palabras sin mi consentimiento ni voluntad, estaba bajo el control de mis mismísimos nervios y la presión de estar frente a quien secretamente denomine “Don Asombroso” en mi cabeza. 

Bueno, si mi vida fuera una película, sería sin dudas una de terror. ¿Ahora como se supone que voy a mirar a este encantador chico a los ojos sin derretirme de la vergüenza? Mi rostro ardía de forma patética y suspiré con derrota antes de morderme la lengua para no decir alguna otra basura. 

Escuche la risa del joven perfecto: Lógico que pensara que soy una idiota. En este instante debe estar pensando que soy un payaso de circo. —mis mejillas todas rojas no ayudaban a refutar ello— Así que es así como perdería la oportunidad que quizás tenía con este hombre, bueno, supongo que es algo que tenía que pasar, era demasiado bueno para ser normal.

—Me encantan las personas ocurrentes, Devra. Soy Travis Griffin y es un placer conocerte, vecina.

Guapo, amable (todo lo contrario a mi otro vecino, el rulitos), amante y héroe de gatos suicidas, este es el hombre de mi vida. “No lo dejes escapar” pensó la tóxica que habita en mi interior, y estaba tan inutilizada por su mirada que ni siquiera tuve la decencia de avergonzarme por el pensamiento. 

Mi querida bola de pelos |✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora