III

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El perro dormía todo el día, a la sombra de una higuera. Se despertaba tan solo cuando llegaba alguien, mi madre en cualquier momento del día, mi padre en la tarde a las seis y Teo la empleada al terminar de hacer las compras. El can guardaba energía para su faena de la noche.

Al oscurecer, estaba ágil en busca de alimento, realizaba rondas a un metro de distancia del muro de la propiedad, se detenía a olfatear un rastro y continuaba hasta el amanecer. Parecía reconocer todos los sonidos del vecindario, solo ladraba cuando escuchaba algún sonido nuevo, la voz de una persona extraña, el motor de un vehículo que no era de la zona. Sabía que yo lo observaba desde el balcón y cuando pasaba por debajo meneaba la cola a mayor velocidad. Cumplía su rutina sin novedades, pasaron trece días sin novedad.

La bruja grisWhere stories live. Discover now