Los Cofres del Saber (capítulos 6 y 7)

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Capítulo 6

           En los albores del siglo XV a.C. nacieron cuatro niños que gozaban de un proceso evolutivo muy avanzado. Eran dos hombres y dos mujeres separados por miles de kilómetros, engendrados en cuatro civilizaciones apartadas distintas: la egipcia,  la Maya, la Egea y la dinastía Shang. Estos niños se convirtieron en los prigenios.

         Entre ellos se estableció una conexión desde el momento en el que empezaron a hablar, se sentían en la distancia, se comunicaban a través de su mente y eran distintos a todos los de su entorno.

            Su comprensión de las cosas que les rodeaba distaba años luz de sus compañeros y familiares, tenían unas capacidades fuera de lo común para esa época y podían dar una explicación coherente a muchos de los misterios que los envolvían.

            A una edad temprana se buscaron de manera cerebral para establecer una comunidad unida por los lazos de la distancia. Todos habían nacido el mismo año, el mismo día, a la misma hora. Y comprendieron que eran la nueva etapa evolutiva de los humanos, una etapa que utilizaba un tanto por ciento muy elevado del cerebro. Sus congéneres sólo utilizaban una porción diminuta de una mente que la naturaleza preparó para dar un salto cualitativo en las facultades que otorgaría a las nuevas generaciones.

            Al principio decidieron no mostrar al mundo la nueva realidad que los envolvía. Sus ansias de saber, de descubrir a otros como ellos, de compartir sabiduría con los demás los llevaron a utilizar su potencial para sembrar ideas revolucionarias en las personas influyentes de sus reinos y así dotar a la comunidad de recursos médicos, científicos y arquitectónicos.

            Sus intenciones eran buenas, tenían buen corazón y la mente abierta para compartir con los demás su realidad, pero al mismo tiempo se mostraban prudentes, a la espera de acontecimientos. Cuando las primeras tramas palaciegas les descubrieron las luchas que las ansias de poder desataban entre los suyos, empezaron a dudar de seguir alentando a la población a avanzar hacia un destino común, por eso se detuvieron en su afán de compartir sus saberes.

Se dedicaron entonces a estudiar de manera intensa a toda la población de cada uno de sus lugares de origen, en busca de las señales que les mostraran lo que los indicios ya les indicaban a gritos: que la naturaleza humana es dual, que la maldad y la bondad conviven en ella de manera desigual, que la balanza no siempre se inclina hacia el mismo lado y que muchas veces el mal gana la batalla al bien.

En ese instante, a la edad de catorce años, se replantearon sus ideales y decidieron buscar la manera de investigar más allá del tiempo para averiguar qué destino les esperaba a los humanos. Sabían que existían otros como ellos, nacidos en la nueva generación, una generación que engendró a diez niños evolucionados. La conexión que los unía a todos les puso en contacto y se metieron sin dificultad en sus mentes para llamarlos.

            Gracias a sus capacidades lograron entender cómo romper la linealidad del tiempo sin necesidad de moverse del sitio, su mente funcionó como una antena parabólica que recibía imágenes inconexas de un futuro lejano, igual que les pasaría en los años venideros a los profetas. Las desgracias que vieron les rompieron el corazón: batallas sangrientas para conseguir dominar los dones de los evolucionados, personas con sus dones que utilizaban sus adelantos genéticos para subyugar a sus compatriotas, sangre, ansias de poder, maldad aplastando la bondad,…

            Esas visiones les hicieron cambiar su forma de ver la vida. Decidieron encontrar la manera de frenar el avance evolutivo en la raza, una raza condenada por su naturaleza dual. Los cuatro se erigieron como los guardianes del saber y empezaron a investigar con los recién llegados, niños con sus mismas capacidades, niños que eran una amenaza para la humanidad, niños que se convirtieron en cobayas y decantaron la balanza de los prigenios. Porque aunque sus intenciones eran nobles, sus métodos los acercaron a la maldad que querían erradicar.

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