Pero un día lo bonito se acabó, cuando Kiyoko se encontró por pura casualidad con dos señores vestidos de negro. Una mujer y un hombre, una pareja casada.

Riko y Kenji Kageyama.

Kiyoko era una niña de apenas once años, sin entender mucho, cuando la mujer la llamó por un nombre que no era el suyo.

— ¿Miwa?

Cómo aborrecía ese nombre. Tobio pudo ver el odio en su mirada, cuando murmuró el nombre de su hermana biológica sin querer.

Miwa murió cuando tenía diecisiete por culpa de una bala perdida.

No era muy extraño que sucedieran esas cosas si se tomaba en cuenta el peligro que era vivir en un entorno como el que la familia Kageyama vivía. Pero Riko, su madre, no supo controlar su dolor.

Tobio tenía nueve años cuando su hermana falleció, así que apenas la recuerda. Pero sí tiene bastantes memorias de ver a su madre llorar, hasta que Kiyoko llegó a la familia.

— Me trajeron aquí en contra de mi voluntad, ¿lo sabías?

No, Tobio no lo sabía. Y se podía ver en la confusión de su rostro cuando Kiyoko seguía hablando del pasado.

— Tu madre se obsesionó tanto conmigo, que asesinó a mi familia.

La media sonrisa en el rostro de Kiyoko podría provocar un escalofrío a cualquiera que la viera. Pero en Tobio no, ni siquiera inmutándose al verla tan herida. Poco le importaba la verdad.

— Nada de eso responde a mi pregunta.

Kiyoko carcajeó bajo. Hizo círculos con sus dedos en la ropa de Tobio.

— ¿No? — murmuró — Todo el dolor. Todo el sufrimiento. Toda mi ira. Fui vengándome poco a poco de esta familia de mierda. — se colocó de pie y un mechón de su cabello cayó sobre su rostro, mirando a Tobio con rencor — Tienen que pagar todo lo que hicieron.

Tobio frunció su ceño, tensando cada músculo de sus hombros.

— ¿¡Y qué tenía que ver Shōyō con tu venganza!? ¡Deberías haberme matado! ¡Deberías haberme quitado la vida que hacer esa mierda! ¡Shōyō no tiene nada de culpa! ¡Nada!

Los gritos se podían escuchar por todo el pasillo. Provocando varios escalofríos a quien quiera que lo escucharan.

Kiyoko no quitó la mirada de la de Tobio, sin cambiar su expresión.

— Tomando lo que les plazca. Asesinando sin piedad. Amenazando con una pistola en la cabeza. — enumeró con sus dedos — Aprendí todo eso de esta familia. Deshacerme de esa señora no fue tan difícil como me lo esperaba, solo le dije unas cuentas palabras y ¡pum! Perdió la cabeza por completo. — carcajeó — ¿Sabes qué le dije?

Se acercó al oído de Tobio, susurrando muy bajo.

— No soy su hija. No soy Miwa. No soy su reemplazo. No soy su hija. No soy su hija. — repetía, más y más bajo — No creí que sería tan efectivo, pero cuando la vi gritar como una desquiciada. — alejó su rostro para mirarlo a los ojos, sonriendo — Joder, sí que fue satisfactorio. ¡Me gustó tanto que me reí frente a ella!

— Enferma de mierda.

Kiyoko bajó la mirada, frunciendo los labios.

— Después de eso tu padre la siguió. Tan enamorado de su mujer, que sólo le aconsejé que se fueran para tomar un descanso y el muy imbécil me hizo caso.

Dio unos cuantos pasos atrás, sin dejar de mirar a Tobio a los ojos. Observando con satisfacción lo que le estaba provocando.

— Sólo faltabas tú. Pero tenía un grave problema. — se sentó en la silla de nuevo — Matarte no me iba a tranquilizar, para nada. Y recordé a ese niño al que cuidabas, del que estás patéticamente enamorado.

Deuda | Haikyū!!Where stories live. Discover now