El Nombre del Viento

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M: Carla Morrinson - "Maleza"


Helena sintió una leve sensación de desestabilizasen, cómo quién pisa en falso, respiro hondo y se calmo continuando con las tareas que llevaba a cabo. Su cerebro comenzó a procesar información con rapidez imagines curiosas se figuraban en cada una de ellas  la conclusión se daba de la misma manera entre los brazos de Andros con una sonrisa de éxtasis y la piel cálida por el esfuerzo, sumo fecha y resto ausencias, el corazón le latió con fuerza deslizo su mano hasta su vientre levemente abultado, dejándola allí acunando la ilusión del creer.

Destapo el envase del dentífrico y su  olor se transformo en algo nauseabundo,  en un impulso directo para su centro del vómito  que viajo hasta su sistema nervioso  abdominal, presionando su estomago generando el relejo de la arcada y por consecuencia el acto indigno de deglutir por las mañanas. 

Se enjuago la cara y dejo  abierta la llave del grifo descanso las palmas de sus manos fijas al frío del mármol del lavamanos  "un viejo truco de medicina" bajar la temperatura de las palmas para que el reflejo se fuera difuminando.  Repaso su imagen en el espejo del baño, no era la mejor: los ojos rojos y las mejillas rosadas por la fuerza, las ojeras marcadas y esa cara de haber comido hasta quedar empachado le daban un aspecto desaliñado, sin embargo, en el fondo de su alma la alegría no daba cabida, estaba segura que su estado repentino tenia una explicación maravillosa.

Cerro la puerta del cuarto del baño, dejando el peso de su cuerpo descansar sobre la madera de ésta,  se quedo observando como Andros dormía sin perturbaciones, con la respiración relajada marcando los intervalos de la entrada y salida del aire de sus pulmones,  su posición desparramada le indicaban que su ausencia  paso desapercibida dentro del espacio común compartido. Se acerco con sigilo al borde de la cama y recorrió con sus dedos su rostro masculino,  su semblante relucía con un halo de candor y sensualidad que le licuaban las entrañas; quito la toalla que cubría su desnudez - se rió por lo bajo -  desde que vivían juntos evitaba el uso necesario de ropa interior en su presencia, relegando el pedazo de tela a la soledad del piso.

 Con el pelo aún húmedo y la piel conservando el calor de su último encuentro con Helena, llego hasta la cocina, la soledad le parecía a momentos insostenible,  tamborileo los dedos sobre la encimera de la cocina al ritmo frenético de sus cavilaciones estaba demasiado extasiado para permanecer impávido y a la vez extremadamente inquieto con el escenario que se les avecinaba,   tomo las llaves del auto y partió decidido a cambiar su destino. La carretera se encontraba despejada y el trayecto le pareció tan corto como la melodía que resonaba en su memoria "Maleza" de  Carla Morrison, eso era él ante la pasión que desataba Helena un ser dependiente que crecía a los pies de un amor que los transportaba lejos.

Estaciono el vehículo en la entrada posterior, esperanzado por recorrer unos instantes el lugar que dio origen a su pasión, cada sendero le recordaba el camino andado junto a Helena, el olor a la hierba mojada, a  hojas secas tocadas por los rayos de sol, una bendición y un milagro a todas luces... cómo el amor que sentía por Helena. Camino hasta llegar a la entrada principal de la casa y la figura alta de Teo se plantaba allí como un dueño de casa bondadoso y cálido; se estrecharon las manos con la fuerza de la añoranza inquebrantable, ahora los lazos que los unirían serían trascendentes.

 Lo siguió  al interior de la casa, con paso ligero, notando detalles, en su interior se percibía el calor de un hogar, diviso a medida que transitaba la mano femenina de Rosario en pequeñas particularidades  que transformaban el hogar familiar en el de una pareja joven y moderna , con la justa chispa de ella y la seriedad de él; un destello de felicidad se filtro en su pecho,  por fin, su amigo había decidido tomar al toro por las astas reteniendo a su mujer amaba. 

Y entonces del sentimiento de felicidad por los logros ajenos una  insignificante pregunta se  hizo presente  ¿Y si Helena lo dejaba ir? ¿si su amor no era lo suficiente para sopesar las penas que se les venían? movió la cabeza en signo de negación, jamás dejaría de luchar. Podrían despojarlo de la embestidura que le daba su cargo, pero no le robarían las ganas de amar, Helena lo valía todo. Se detuvieron en la zona de la sala de visitas y Teo le hizo el ademan de tomar asiento, se sintió un niño a punto de jugarse la última vida de una partida, asustado pero a la vez armado de coraje dejo que las palabras se dieran cabida.

- Tengo una noticia para darte  -   Carraspeo con el peso de las palabras atragantadas en su boca.

- Tú dirás.... tienes mi atención y disposición para ti amigo -  Dejando caer el peso de su cuerpo sobre el respaldo del sillón, con un brillo en los ojos de quién conoce un secreto que cambia el curso de una historia.

- Vengo a pedir formalmente la mano de Helena en matrimonio - Y su voz sonó tan parsimoniosa que se quedo meditando en que no reconocía el eco de sus palabras - el miedo - nos hace quebrar hasta nuestra voz pensó.

Teo se puso de pie y le pidió que lo acompañara hasta su despacho, guardo silencio y el rictus de su cuerpo le indico a Andros que la noticia no era bien recibida.

- Toma asiento Andros -  Teo dio la vuelta al escritorio y se dirigió hasta la caja fuerte que escondida detrás de la pared, allí no había cosas de valor monetario sino más bien sentimental, lo sabia bien porque de niños el padre de Teo se los había explicado " Un Hombre puede atesorar todo el dinero del mundo, pero si sus memorias se pierden en el tiempo no es más que una cosa que atesora objetos y carece de alma"  de su interior saco un portafolio que dejo sobre el escritorio.

- Helena vino hace unos días  y  me dijo exactamente lo  mismo  que  tú -    Teo levanto una ceja en un acto de vencedor y le extendió el portafolio.

-  Lee aquello que hay en su interior ,  luego hablamos de tu propuesta -  Se levanto  y se dispuso a salir de la habitación, pero antes de cruzar la puerta volvió la mirada sobre Andros y agrego       - Algo me dice que será una boda a prisas - dibujando una sonrisa picara en su rostro.

 Helena no era mujer de tomar acciones a la ligera, sopesaba de una manera exhaustiva los posibles escenarios de cada acción, claro  eso hacia antes de sacarla de su zona de confort y enfrentarla a la vida,  existía algo mayor  a ellos mismos por resguardar, un algo tan trascendente que cambiaría el curso de sus vidas.




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