El lado oscuro de la Luna

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M. Pablo Alboran - "Palmeras en la Nieve"

Arrastró los pies hasta el baño y dejo caer el albornoz y el camisón para tomar una ducha fría, necesitaba reaccionar, el agua se llevaría la pereza y de paso tonificaria sus músculos atrofiados

De todas las noches horribles, que había pasado, por culpa de las pesadillas ésta había sido la peor, el dolor lo llevaba clavado en su cuerpo, las bolsas en los ojos delataban que era habitual ese estado. Desde hace un año el cansancio era más notorio, D no la ayudaba a conciliar el sueño, por el contrario, lo arrancaba de cuajo; instalando en su corazón la duda palpitante de sus palabras. El le repita una y mil veces que la amaba, pero ese era un sentimiento que murió desangrado... el amor duele, pero no te asfixia y últimamente eso les sucedía a menudo.

Con el correr de los años se convirtieron en dos personajes distintos, caminaban en veredas paralelas, por un lado Helena comenzaba la carrera de medicina y Darwin decidió que su carrera de Ingeniería no tenía futuro, se enfrasco entonces con tenacidad en llevar los negocios que heredó de sus difuntos padres; las tareas de administrar una pequeña fortuna era cosa seria. En ciertas ocasiones cruzaban caminos y eso se transformaba en un oasis en el desierto estéril de sus vidas, disfrutaban las cosas sencillas como ver criptar los leños en la chimenea al compás de una buena melodía, admirar la luna bajo el manto de estrellas que le adornaban, milagros de la naturaleza y de la vida. Pero en un abrir y cerrar de ojos aquéllos momentos se disolvieron, perdio el recuerdo palpable y con exactitud de la ultima ocasión que vivieron con agrado una salida, un concierto o el dormir juntos, ahora todo era negro, los matices del color que otorga la alegría de un sentimiento puro se les escapó.

Busco el refugio y la tranquilidad en el estudio de casa, donde se encontraban colgados los viejos retratos de tiempos mejores, plasmados para la eternidad estaba el verdadero Darwin, el hombre dueño de los ojos chispeantes y la sonrisa sincera, en todas ellas la miraba con amor infinitivo, ella era su centro y universo. Trato de vislumbrar en que punto él fue desvaneciéndose entre los escombros de sus recuerdos: ya no era el chico atractivo y galante de 18 años que le había robado un beso sin miramientos en el concierto de U2 ; él que se había presentado en su casa empapado hasta los huesos el día que decidió pedir su mano en matrimonio con 19 años o aquél que con su mirada cautivadora la había convencido ha posar para el dibujo de su primer retrato a los 20 años, todos esos fragmentos de su vida lo convertían en su D y sin mediarlo sé perdió en una estela de tiempo que no logro distinguir. Cuando se manifestaron los primeros síntomas de su enfermedad, lo confundió con las excesivas horas de trabajo, el mal humor y la falta de apetito no indicaban nada grave, sin embargo, su propia ceguera lograba obviar los detalles. Sus ojos se negaron a ver y los oídos no quisieron escuchar la verdad que ebullia con el correr de los días, los excesos se extra limitaron y entonces comenzaron a destruirse los cimientos de lo que les mantenía a flote. Los amigos y la familia les fueron abandonando, no por maldad o falta de amor, sino porque ante la testarudez de sus actos nada podían hacer, los únicos que estuvieron allí siempre fueron Teo, Rosario y Andros, el último de ellos era quién sufría en carne propia el ver cómo Helena cada dia se iba perdiendo más por salvarlo a él.

Su último desencuentro caló hondo en la raíz de su alma, las recriminaciones la marcaron como hierro caliente dejando el dolor a carné viva, "no sabia amar" fue la frase que dio el broche de oro. En suma era verdad, no había relación entre los libros de Jane Austin y la realidad, Mr. Darcy no esperaba por ella al amanecer en los jardines, solo un iracundo D arrancaba su Harly Davis con rumbo a la nada. La furia lo había corroido y por primera vez intento desquitar el vil sentimiento en su cuerpo, solo la mirada de súplica que mostraron sus ojos dieron pie para soltar la fuerza de sus brazos, las marcas de sus dedos se plasmaron como insignias de dolor y una rabia incontrolable cruzó la linea de su autocontrol y le abofeteó. No hubo lágrimas sino un silencio eterno y un frío letal. Los últimos fragmentos del afecto que se mantenían colgando en el péndulo de su corazón estaban cortados.. el vacío se puso de pie y habito en lugar del amor.

Transcurrieron las horas y D no regresaba , sus pasos cansados la dirigieron al dormitorio era tiempo de recoger la maleta lista que guardaba en el vestidor, está vez no esperaría su regreso. Cuando entro a la habitación su atención se dirigió a la mesa de luz de noche, un sobre y una rosa roja estaban dispuestas ahi, cuando tuvo el sobre en sus manos descubrió que era una nota escrita por D y con la mano temblorosa la saco del interior y comenzó a leer. ..
La luna , nuestro satélite natural, en su estado lleno tiene un extremo que no es lumínico, es opaco, oscuro, helado y estéril, así mismo el hombre tiñe sucorazón cuando siente que el amor a perdido su magia" Ese es mi lugar, allí donde el dolor cese y solo pueda velar tu andar y no entorpecer tu sentir. Ya nuestros besos son sutiles roces de ternura dibujados para acallar mi pasión extinta, no sueño con tenerte porque solo aprendí a retenerte, ahora solo me queda dejarte volar... cuando mires a nuestra gigante dama blanca, recuerdame. Con amor D

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