Epígrafe

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"Todos estamos conectados, pero separados a la vez, como las cuerdas de un violín. Piezas individuales que no se cruzan ni entrelazan, desgastándose bajo la lluvia. Cuerdas frágiles, llevadas a la mayor tensión por manos expertas para explotar en la misma amarga melodía.

Hay disonantes, acordes extraños que no son uno solo ni dos, que hacen sentir incómodo a quien los escucha pero que, sin embargo, hacen imposible que pierdas interés en la pieza.
Notas traviesas, salpicones de alegría infantil por aquí y por allá que te regalan el toque de esperanza propio de las efímeras tardes soleadas de invierno, esas que tan solo vuelven más dolorosa la caída del siguiente compás.
Un tempo descontrolado, vertiginoso, que se detiene justo al borde de la locura sólo para lanzarse de nuevo en la desquiciada persecución del acorde perfecto que nunca encontrará.
La suave caricia del arco, paciente y sutil, lenta, peligrosa y acechante como una criatura de la noche.

Es todo tan poético, tan demente, tan patético, tan simple y complejo como el andar de un gato, indeciso entre la vida y la muerte."

Fiedel von Schrödinger, Féretro para un violín (obertura).

Las hijas de la locura *(Antes: Flores rotas junto a la ventana)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora