Capítulo Uno (Editado)

Začať od začiatku
                                    

—¡Ed, Ed, Ed, Ed!

Los empujones lo hicieron moverse, pero se negó a mover su atención.

Respiró profundo frotándose la nuca, mientras trataba de calmar el dolor de cabeza que le perseguía desde que había subido al avión en Washington. Había terminado apenas con un caso cuando había regresado a la agencia, pero cuando el archivo de las "desapariciones" estuvo en su mesa, no dudo en tomarlo e ir a despedirse una vez más de su madre. Era, después de todo, el único familiar que le quedaba.

—Deja de ignorarme —gruñó con su rostro a escasos centímetros, estaba arrodillado entre sus piernas, sus ojos color cielo lo miraban con enojo. —Si sientes que es una mala idea estar aquí...

—Silencio —gruñó en un susurro.

—¡Pero Ed!

Negó y cerró los ojos, sintió sus frías manos acariciar su rostro. No es que quisiera ser un cretino con él, simplemente... no lo entendía, ni entendería. Ese pueblo, esa vieja vida...

Un día entre caso y caso, estaba cansado a más no poder, pero su sentido de deber era superior. Cuando un caso era importante y el instinto les llamaba a resolverlo ellos mismos, no había una sola persona que se atreviera a meterse en su camino. Sus compañeros lo sabían y su jefe no dudaba en las habilidades de cada miembro del equipo, por lo que se lo había dado sin pensárselo mucho, aunque lo había dudado un segundo al verlo agotado.

Edward había terminado convenciéndole.

Y en cierta medida... él también.

—Lo siento, Scott. —Restregó su rostro. —No quiero ser grosero, solo... estoy cansado, pero tenemos que enfocarnos... este no es cualquier caso, este es personal.

Demasiado personal ahora que lo pensaba, hubiera preferido regresar a su apartamento y dormir por dos días seguidos. Pero su sentido de urgencia había desbordado al ver el nombre de su pueblo de nacimiento. No podía evitar que los viejos recuerdos vinieran a su mente y la culpa –absurda, aseguraba su madre- no le había dejado dárselo a otro compañero.

Ahora se encontraba en una pequeña terminal esperando porque algún miembro de la policía local llegara por él. El comisario y sus oficiales no habían estado muy entusiastas con la intervención de los federales, pero la situación había sobrepasado sus medios y no tenían opción más que aceptar la ayuda.

Claro que no se imaginaban la clase de ayuda que iban a recibir, pero ese era su lugar.

Scott bufó.

—No debí apoyarte, eres un idiota desconsiderado —se quejó sentándose repentinamente contra su costado y empujándolo con enojo—. Siempre haces lo que quieres y ni siquiera me dejaste ir por mi almohada, ¿cómo se supone que tenga un buen sueño si no tengo mi almohada favorita?

Sonrió mirando nuevamente la pantalla de su celular. Tenía que atenerse a contestarle o terminaría teniendo un berrinche y por más que Scott lo hiciera para sacarlo de su estado meditabundo, la verdad es que no quería tener que escucharlo...

—Scott...

—¿Agente Taylor? —preguntó una voz sacándolo de sus pensamientos y haciéndolo levantar la mirada.

Scott bufó.

—Finalmente —replicó pasando a ambos hombres ignorándolos.

Edward lo ignoró y se enfocó directamente en los dos uniformados. Hombres de pueblo, de anchos hombros y expresiones rudas con miradas dudosas en su persona. Mayores de cuarenta, compañeros desde siempre y con vidas atadas entre ellos. Seguro que no apreciaban el tener un forastero hurgando dentro de "su" caso, no es que a Edward estuviera feliz por meter su nariz donde no le llamaban.

INTUICIÓNWhere stories live. Discover now