Capítulo Uno (Editado)

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Ojos vacíos observaban con placido interés al desconocido, recorrían de arriba abajo, al extraño hombre que le observaba con súbita calma. Era inesperado, sobre todo porque el rostro implacable demostraba mucha más tranquilidad que la que tendría cualquier otro en esa situación. Estaba sumamente calmado y de alguna manera eso le hacía sentir que debía alejarse, antes de que su alma fuera atraída y no pudiera regresar. Todavía tenía mucho por lo que vagabundear y presentía que ese extraño no iba a dudar en mandarle al otro lado.

Era mejor huir antes de que le prestase verdadera atención y decidiera hacer algo para lo que no estaba preparada.

La figura transparente alzó la mano, una clase de saludo burlista entre asustado y avalentonado, para luego retirarse por donde había venido. Si pudiera correr lo estaría haciendo, ese hombre no parecía ser una buena noticia para los suyos.

—Eso fue grosero, asustaste a la pobre dama —le regañó con un tono molesto.

Bufó y bajó la cabeza mientras miraba su celular. Ignorando totalmente a su dolor de cabeza personal/compañero/algo complicado de explicar.

Edward observó de reojo como la mujer descuartizada se movía entre los cuerpos sólidos que le atravesaban, con pasos tranquilos y serenos, sosteniendo en su costado un brazo cercenado. Nadie creería que había tantos espíritus rondando por un aeropuerto, pero debía recordar que antes esas tierras fueron habitadas por otras personas.

No importaba la experiencia que tuviera con esas situaciones, su cuerpo siempre reaccionaba igual. Sus manos estaban frías y su respiración algo pausada con el miedo. Era una reacción pavloviana y, por más que quisiera evitarla, su cuerpo protestaba poniéndole los cabellos de punta acentuando los cabellos en su nuca.

—Estoy aburrido, ¿no se supone que vendría alguien por nosotros? —Una nueva queja, así como se apoyaba contra su hombro. Lo ignoró, de nada serviría responderle, solo se pondría peor.

Además, todavía sentía el miedo recorrer su piel. Esa sensación que te dice "corre", pero que había aprendido a controlar.

Tal vez no estaba siendo justo con sus reacciones exageradas, no era solo el ver personas caminando con miembros destrozados. Era el tener que regresar al lugar que se había prometido nunca volver. Aquel sitio donde fue tratado como escoria, un paria por algo que nunca pudo controlar.

Su herencia sanguínea había pasado generaciones y se iba a encargar que terminaría con él. No pensaba pasar su maldición a otro, por más que su madre insistiera en la necesidad de sus "dones". La mujer quería que aceptara todo el bien que estaba haciéndole al mundo. Poco le importaba el sufrimiento de su adolescencia, para ella solo era importante lo que llamaba su "misión". Lo curioso es que hablaba de algo que ella nunca había tenido la "suerte" de poder disfrutar.

No importaba. Podía ser tan testarudo como ella, lo que era claro, pues se encontraba de regreso en el centro de sus pesadillas.

Su madre le había dicho muchas veces que era un tonto por aceptar ese caso.

Esa mujer podía asegurar que era único con el problema de ver cosas que nadie más podía, pero sin duda ella siempre sabía leer lo que iba a pasar mucho antes de que pasara. Si ese no era parte del problema que tenía, no creía que fuera un sexto sentido, su madre era por mucho una clase de persona que no creía en nada, mucho menos en sus instintos. Pero creía firmemente en las tradiciones y herencias.

Ella era una contradicción andante.

Pero ese no era un problema para ese momento, su madre era única en su especie y era mejor dejar esas incógnitas sin resolver. Más cuando tenía inconvenientes viniendo en avalancha sobre su cabeza, su madre –por raro que le sonase- no era la complicación central.

INTUICIÓNWhere stories live. Discover now