Capítulo 2

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Aunque con cierta dificultad, por su tamaño, de no chocar contra los espigones espigones y el resto de embarcaciones del puerto de Valdia, el Félix Inefable atracó en uno de los embarcaderos de Valdia. Sentir su hogar tan cerca por fin despertó en Kilian el afán de la magia. Desde que se había embarcado en el navío no había realizado ni un solo hechizo. La magia estaba, por lo general, terminantemente prohibida en cualquier embarcación pública por el riesgo que suponía; y es que, como energía que era, la magia se manifestaba muy a menudo como pirotecnia, y el fuego fuera de control, en un buque de madera, lleno de pólvora, en mitad del océano, era algo demasiado peligroso como para correr el riesgo.

 La magia estaba, por lo general, terminantemente prohibida en cualquier embarcación pública por el riesgo que suponía; y es que, como energía que era, la magia se manifestaba muy a menudo como pirotecnia, y el fuego fuera de control, en un buque ...

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La magia estaba presente en todo el continente de Dertia, desde el Cabo del olvido, el punto más al este, hasta la costa de Furio, al oeste. Sin embargo, solo una de cada veinte personas, más o menos, nacía con el don de la magia, una de cada mil en todo el mundo. Al tratarse de un gen recesivo, debido a la mezcla de sangre entre humanos y magos, aquella cifra disminuía con cada generación. Algunos expertos afirmaban, incluso, que,  en cuestión de quinientos años, la magia habría desaparecido por completo. Sin embargo, muchos de los dertianos no podían concebir su vida sin todas las facilidades que ofrecía la magia y rezaban a los dioses por que ese día no llegara.

Por el momento, la magia seguía estando más que presente, especialmente en las ciudades, donde, por lo general, se concentraban los magos de cada región. Se trataba de un don igual de codiciado que de escaso. La mayoría de sus portadores eran fácilmente reconocibles, pues solían ser pálidos y esbeltos, y tenían el cabello y los ojos claros. Pero el rasgo realmente distintivo de los magos eran las orejas, grandes, puntiagudas y afiladas. Kilian, sin embargo, era el resultado de la mezcla de sangre mágica con sangre humana; y, aunque sí poseía el don de la magia, no tenía aquella apariencia típica albina de hechicero. De hecho, Kilian se parecía bastante a su padre, Ezra, por cuyas venas -que él supiera- no corría ni una gota de sangre mágica. Ambos eran pelirrojos y de ojos verdes, aunque el padre era muy, ancho, fuerte y corpulento, mientras que él era delgaducho y estirado, casi esmirriado tras aquel largo viaje. El único elemento físico de Kilian que delataba su don eran sus orejas, ligeramente puntiagudas, mucho menos que las de los magos de sangre pura, pero lo suficiente como para asomarse sobre la abundante mata de pelo rojizo que le cubría la cabeza. La magia la había heredado por parte de su madre, a quien nunca había llegado a conocer y de quien sabía más bien poco. 

Por cuestiones históricas, el abuso de poder de los magos los habían convertido en altos burgueses, algunos incluso poseían títulos nobiliarios.  Obsesionados con mantener la superioridad de sus familias sobre el resto, los magos continuistas defendían el sostenimiento de la sangre mágica todo lo pura que fuera posible. Para ello, solo se relacionaban con otros magos, lo que había hecho que los rasgos arios se mantuvieran de generación en generación en algunas familias a la perfección (o casi, debido a la hemofilia de la que algunos de ellos comenzaban a desarrollar a muy temprana edad). Esa desigualdad estaba presente en prácticamente todas las ciudades del continente, incluyendo Valdia, pero hacía ya años que no había ninguna revuelta y mucho menos una guerra. Tras la última, de la cuales solo los más ancianos aún tenían recuerdo, nadie consideraba siquiera una opción tomar las armas por dos motivos: los daños humanos, morales y demográficos serían devastadores; y porque, sin ninguna duda, los vencedores serían los magos. Sin embargo, todos parecían haberse acostumbrado a aquella injusticia sistemática y ser feliz, pues todos tenían qué llevarse a la boca y vivir. 

Las hadas no cuentan cuentosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora