Kem iba a cobrárselas, de eso estaba segura.

—Tal vez deberías dárselos tú, mamá, ya que tú los preparaste.

Me miró con una sonrisa conocedora.

—Nuestros nuevos vecinos tienen tres hijos de tu edad, tal vez deberías ir allí y hacer amigos. Trata de olvidar el asunto del agua y conócelos mejor. —Se encogió de hombros—. Pueden ser amigos e ir al cine o salir a pasear un poco. Solo conoces a Amber, ya es hora que hagas más amigos. ¿Qué mejor oportunidad que ésta?

En realidad era la peor oportunidad, pero no iba a discutir con mi madre. Era una pérdida de tiempo.

—Como sea, mamá —acepté reacia, sin otra salida—. Cuando estén los bizcochos me avisas.

Me alejé de la cocina para leer en mi habitación, pero cuando me acerqué al balcón vi el desastre que el agua había ocasionado. Mi precioso libro de tapa dura estaba todo mojado, seguía sin secarse a pesar de haberlo dejado bajo el sol. Las páginas se encontraban todas arrugadas. Mi desilusión se hizo enorme.

Ese idiota de Kem era el único culpable.

Mientras más lo pensaba, más segura estaba de ello. Tal vez habría parecido confundido, pero eso solo afirmaba su culpabilidad. Además, ¿por qué su hermana habría mentido? Ella fue quien me dijo que había sido Kem el culpable. Lo había delatado. Eso me tenía que bastar.

Cuando mamá apareció en mi habitación, fue para avisarme que los bizcochos ya habían salido del horno. Por muy reacia que estuviera a ir a la casa de los vecinos, nada podía salvarme de esta situación. Tenía que obedecer a mi madre a toda costa porque era probable que si me negaba una vez, sería ella misma quien me jalara de las orejas hasta la puerta de Kem y aumentar mi humillación.

Cogí la bandeja que mamá me tendió con una sonrisa.

—Ya están fríos, así que llévalos cuanto antes. —Me sentía como una niña siendo forzada a hacer amigos en el jardín de infancia.

Mierda. Realmente iba a volver a ese apartamento.

Había pasado solo una hora y yo rogaba para que Kem no estuviera. Al parecer iba a salir y esperaba de corazón que lo hubiera hecho.

—Ya vengo, mamá —dije con retintín en mi voz para que pareciera alegre, cuando realmente estaba molesta.

Mi mamá me palmeó el hombro al pasar mientras se quitaba del cuerpo el delantal para hornear. Me había cambiado de ropa minutos atrás a algo mucho más cómodo que un vestido, ya que estaba por anochecer escogí ponerme un short veraniego y una camiseta sin mangas. Mi cabello estaba anudado en lo alto de mi cabeza; esta era mi ropa usual para estar en casa antes de dormir.

Con las pintas que estaba subí al apartamento de arriba y toqué el timbre. La bandeja en mis manos contenía diez bizcochitos con chocochips, todos elaborados por mi mamá. Estaba tentada a comer uno pero mamá sabiamente había hecho más para comerlos en la familia. Papá y yo éramos fans de sus postres, especialmente de estos bizcochos que eran su especialidad.

Esperé unos segundos más antes de que abrieran la puerta.

Joder.

Mi sonrisa elaborada pasó a ser una mueca de rabia.

—¿Tú otra vez? —pregunto Kem mirándome con diversión. Lo primero que vio fueron los bizcochitos en la bandeja y luego giró el rostro fuera de la puerta buscando algo—. ¿Ya no traes agua para tirarla de nuevo?

Entrecerré mis ojos.

—Si tanto quieres que te arroje agua de nuevo, espérame un ratito que ya vuelvo.

El chico de arriba #1 | EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora