Capítulo 3. Las cosas siguen igual.

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"Muchas veces nos enfocamos en nuestros defectos y nos ciegan a la hora de ver nuestras virtudes. No te dejes auto sabotear por temor, confiar en uno mismo es la solución, nunca sabremos qué tan alto podremos llegar si no lo intentamos." Matt Daniels

20 de junio de 2011.

Observo las paredes de mi habitación, son rojas y estoy segura de que la decoración de la habitación fue hecha por mí hermano, ya que es un estilo similar a mi habitación en casa de mis padres. Vuelvo a enfocar mi vista en la pantalla de la portátil y leo lo que llevo de mi primer trabajo, llevo varias horas escribiendo un artículo, el cual no termina de convencerme para entregarlo.

Sabía que al estudiar periodismo tendría bastantes retos, pero en este momento más que un reto tengo la cabeza en otro lugar por lo que no logro concentrarme. He pasado las manos por mi cabello tantas veces que ya se encuentra con más volumen debido al molesto encrespado y mis labios se encuentran rojos e inflamados debido a la molesta ansiedad que me provoca morderlos.

Dejo salir un suspiro de frustración y me levanto de la cama dejando de lado el trabajo, busco en mi armario una chaqueta y me la coloco para salir, mi estómago lleva varias horas rogando por comida y creo que será mejor comer algo para ver si eso me ayuda con la inspiración. Como si estuviera en una misión secreta y no quisiera ser descubierta me asomo para asegurarme de que ninguno de los chicos siga despierto, aunque probablemente estén todos en el salón viendo alguna película.

Logro llegar a la puerta principal donde me encuentro a Matt junto a los gemelos que venían llegando, los tres dejan de hacer lo que estaban haciendo para mirarme.  Esquivo las miradas y empiezo a caminar hacia el primer lugar de comida rápida que encuentre.

—¿A dónde vamos? —me sobresalto al escuchar la voz de Matt casi en mi oído, le doy una mirada de molestia y se encuentra caminando a unos pasos de distancia de mí.

—Yo voy a comprar comida, y tú no sé a dónde vas.

—Bueno supongo tienes una idea de que el lugar más cercano para comer se encuentra a media hora en auto.

Volteo para mirarlo con indignación, ¿acaso la universidad está apartada de la sociedad? Aun así, sigo caminando, no me sorprendió que al volver a ver hacia atrás Matt ya no estuviera ahí. Cada vez tengo más hambre y me arrepiento de no haber ido a comprar nada para picar, maldigo un par de veces mi obsesión por la comida saludable y la buena condición física. En estos momentos lo único que se me antoja es una de esas hamburguesas que producen infartos y unas papas fritas, además de un delicioso batido de chocolate, ni siquiera entiendo porque sigo comiendo sano, después de todo ya no salgo con Castiel como para recibir una reprimenda por engordar y meter ese montón de calorías a mi cuerpo. ¡Al diablo con él! Voy a comer una jugosa y grasosa hamburguesa.

Escucho el sonido de un auto que conozco muy cerca y casi quiero brincar y abrazar a Matt, en estos momentos el hambre me gana y no me niego cuando se ofrece a llevarme a una cafetería que está abierta a estas horas. El camino en el auto es silencioso, el único sonido es el de la música que sale por los parlantes del auto. Al llegar buscamos una mesa al fondo del lugar, me sorprende la cantidad de personas que se encuentran cenando a las once de la noche, la cafetería es bastante particular, está ambientada en los ochenta y a un lado nuestro hay una rocola.

Una chica bastante agradable que se encuentra nerviosa por la presencia de mi acompañante nos toma el pedido y se va dándole una sonrisa al rubio. Lo miro divertida por lo que acaba de suceder, pero no dice nada, solo se encoje de hombros y clava la vista en su celular, imito su acción y nos mantenemos así hasta que llega nuestra comida.

Al darle el primer mordisco a mi hamburguesa suelto lo que sin duda podría considerarse un gemido de placer, no pueden culparme por ello, los últimos años estuve privándome de comer muchas de las cosas que me gustaban y no entiendo bien por qué lo hice, bueno, si lo sé, pero no entiendo como fui tan tonta para dejarme influenciar de esa forma.

¿Cuánto más vamos a fingir?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora