Tomó la toalla que colgaba de su cuello y frotó su cara en esta con algo de fuerza, sintiendo enseguida la tela rozar su piel de una forma para nada agradable. Separó su rostro de la toalla y llevó su mano derecha a su rostro sintiendo enseguida el calor que este comenzó a desprender debido a la ruda estimulación.

Negó con la cabeza y se dispuso a ponerse la ropa que Tony le había traído. Una playera de manga larga grisácea que se pegaba bien a su fornido cuerpo y unos pants negros algo ajustados, no demasiado pues aun dejaban algunas cosas a la imaginación. Se colocó unas calcetas blancas con gris en la punta y talones, los cuales encontró en el closet, y salió de la habitación. No había tenis o zapatos en el closet o en lo que Tony le había traído así que tendría que andar así por el lugar.

Steve observó la habitación frente a él, a solo escasos pasos lejos de su alcance. Tony estaba allí dentro seguramente aún dormido. Podría ir a despertarlo, de eso no tenía duda el soldado, pero prefería que el genio recibiera las horas de sueño que seguro no habría estado recibiendo con su estilo de vida.

Miro a su izquierda y observó la oscura madera de las dos enormes puertas. Las puertas no eran curveadas, lo cual les habría hecho ver aún más imponentes, estas eran cuadradas al igual que las demás pero aún más grandes y de cierta forma daban aquel extraño sentimiento de que algo no cuadraba: que esas puertas no pertenecían allí.

Steve dio un tentador paso hacia estas antes de detenerse a sí mismo y girar sobre sus talones. Lo que fuera que hubiera detrás de esas puertas, o alguna otra puerta que no fueran las de su habitación, no era de su incumbencia. De hecho, la curiosidad de Steve era hacia todas las otras puertas también. Tantas habitaciones para un solo hombre. ¿Qué tanto espacio ocupaba? ¿Qué había detrás de cada puerta?

Los ojos del soldado vagaban por las puertas que pasaba de largo al acercarse a las escaleras. Todas esas puertas.

Steve negó con la cabeza al llegar a las escaleras. Fuera lo que fuera que había detrás de cada una de esas puertas en verdad no era de su incumbencia. Tony ya le había abierto las puertas de su casa —sí, él no se lo pidió, o no recordaba haberlo hecho, lo más probable era que no debido a lo que Tony le contó. Pero Tony lo hizo y él tenía que estar agradecido de ello, porque pudo haber terminado tal vez veinte metros bajo tierra por error o algo aún peor—. Tony le había ayudado, lo mínimo que él podía hacer era respetar su casa.

Steve bajó las escaleras sintiendo el frío a través de la gruesa tela de las calcetas, cosa que le volvió a causar algo de molestia pero nada que no pudiera aguantar.

—¿Se encuentra bien, Capitán Rogers? —Nuevamente la inteligencia artificial no pasó por alto cualquier mueca o seña de incomodidad del soldado.

—Sí —respondió al bajar el último escalón de vidrio.

—Si lo desea puedo hacerle saber al señor...

—No es necesario, Viernes, estoy bien —repitió al ver hacia el techo, era aún algo raro hablarle a la nada. Steve en verdad no entendía como Tony lo hacía sin ver al techo.

Casi tres años; Steve no pudo evitar preguntarse si antes de perder la memoria él ya se había acostumbrado a hablarle a la nada. Tres años podían hacer mucha diferencia. Era confuso para Steve pensar en el mismo como alguien más, porqué él estaba seguro que su yo de «ahora» no era enteramente igual a su yo de «antes» o ¿después? Esto de la pérdida de memoria no le ayudaba en verdad.

—Cómo deseé, Capitán Rogers —respondió la I.A, después de unos segundos de silencio.

Steve sin más comenzó a caminar en busca de la cocina. Observó la sala de estar y se encaminó hacia el pasillo del otro lado de la habitación. Al caminar hacia este vio la puerta por la que el chico castaño «¿Peter?» había salido, tenía que ser la puerta de salida. Continuó su camino pasando el corto pasillo que no tenía más que dos puertas, ambas a su lado derecho.

Consciente | StonyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora