3

39 3 0
                                    

A los trece años, en segundo de ESO, se preguntó quién era esa niña nueva alta y desgarbada que se sentaba a su derecha en la segunda fila. No hablaba con nadie, siempre lo sabía todo en clase y no parecía tener el más mínimo interés en hacer amigos. Mucho antes de que existiera el Club de los Marginados, antes incluso de que él comenzara a irse en los recreos con Migue para jugar a Magic, mucho antes de que hablaran con Cheli y la incluyeran en sus salidas, estuvo Álex. Álex, que no caía especialmente bien al niño con el que se iba entonces.

—Qué mal me cae la empollona —dijo Lucas, su mejor amigo de por entonces, un chico bajito con la cabeza redonda como un balón, mientras Álex pasaba por delante.

—Pero si no habla con nadie.

—Pues eso. Además, me han dicho que viene de un colegio de monjas.

—A mí me han dicho que viene de Inglaterra.

—Seguro que se cree mejor solo por eso.

Lucas empezó a tomarse un rato por las mañanas para vaciar la papelera justo en el pupitre de Álex, que con frecuencia llegaba ajustada de tiempo. Álex no decía nada; limpiaba la silla y se sentaba. Quizás pensaba que la basura se autogeneraba. A Jorge no le parecía del todo bien, pero no decía nada. Discrepar con amigos nunca había sido su fuerte. Ya había tenido su dosis de collejas en el colegio solo por ser gordito y gafudo; en el instituto prefería mantener la boca cerrada y no llamar la atención.

Un día, sin embargo, fue localizado por el mismísimo señor Moretón, que por entonces enseñaba Lengua y daba las clases con bastante desgana.

—¡Soccoli! ¿Cuáles son el sujeto y el predicado de esta oración?

Jorge levantó la cabeza. Estaba echando un vistazo a su álbum de cromos y no tenía la más mínima idea de por dónde iban en clase.

—Sujeto y predicado... Eh...

—¿Puedes nombrarlos desde ahí, o prefieres salir a la pizarra? —El señor Moretón levantó una ceja de "a mí tú no me engañas".

Jorge empezó a sudar. En ese momento notó que Álex empujaba con el cuaderno en su dirección y estuvo a punto de reaccionar mal. Pero sus ojos se movieron sobre los apuntes. Álex ya había averiguado el sujeto y el predicado de la oración; de hecho, había tenido tiempo para hacer un análisis sintáctico completo. Jorge se sorprendió al ver tantas líneas sobre la hoja, pero recitó las partes y no debió de haber ningún error, porque el señor Moretón torció el gesto y le dejó en paz.

—Gracias —le dijo al final de clase a la niña de las gafas.

—No hay de qué. —La niña metía sus cosas en la cajonera para sacar las de la clase siguiente.

—Te llamas Alejandra, ¿no?

—Sí. Y tú eres Jorge Soccoli.

—Sí. ¿Cómo lo sabes? El profe nunca me llama por mi nombre.

—Estudiando la lista de clase. —Álex se encogió de hombros—. ¿Me puedes hacer un favor, Jorge Soccoli?

—¿Cuál?

—Dile a tu amigo Lucas Álvarez Rodríguez que deje de ensuciar mi silla todas las mañanas. Soy miope, no imbécil.

Con eso, antes de que Jorge discutiera con Lucas y dejara de considerarlo una persona de confianza; antes de que Alejandra se convirtiera simplemente en Álex, que era más fácil de pronunciar; antes de que la madre de Álex conociera a sus padres y llegase a trabar amistad con su madre; mucho antes de que Álex y él se rieran por primera vez mientras se pasaban juntos el nivel de algún videojuego, Álex lo ganó por completo. Jorge se sonrojó hasta el último centímetro de su cuerpo y pensó que nunca en la vida una chica le había hecho sentirse tan avergonzado y tan fascinado. Desde aquel instante tuvo claro que Álex era especial y que quería a estar a su lado, fuera de la forma que fuera.

Para siempre (Un pavo rosa: Entreactos) (Jorge/Álex)Место, где живут истории. Откройте их для себя