Desvelando secretos

3.4K 384 133
                                    

Tras una buena mañana caminando, persiguiéndonos y jugando en la playa, limpiamos nuestros pies y consigo unos perritos calientes para los tres mientras los pies se secan antes de que podamos calzarnos de nuevo. 

Ayudo a Rafael guiándolo una vez mas para que ate sus cordones. No acaba de pillarle el truco, pero es un gran progreso para un niño de cuatro años. Le doy un besazo en la mejilla cuando al fin lo consigue en ambos pies. -Eres un campeón. -Ríe cuando le hago cosquillas y los tres nos ponemos en pie una vez toda la ropa ha vuelto a su sitio. 

Veo a Magnus agacharse a la altura de Rafa, la sonrisa pícara adornando su cara. -Y bien, mi querido alumno... ¿donde quieres montar primero? -y se que empieza mi pesadilla. Nunca me han gustado las atracciones, y aunque la mayoría aquí son tranquilas y suaves, hay alguna que no me gusta ni siquiera verla. Espero que Magnus sea mas atrevido que yo, aunque me sabrá algo mal si Rafa tiene que montar a todo sin tenerme a su lado. Normalmente Jace o Clary se ofrecerían para estas cosas. 

-En la noria podemos subir los tres.... -asiento, aunque tal y como crujen los engranajes no me transmite demasiada confianza. -Tienes razón, peque. Podemos montarnos los tres. 

Conforme la cola avanza me pongo cada vez mas nervioso, pero la mano de Magnus en la mía me ofrece cierta seguridad que no esperaba. En cierto modo, me gusta. Afirmo el agarre en su mano y le regalo una pequeña sonrisa... hasta que nos subimos en la cabina que chirría por todas partes. La risa de Rafa me desconcentra, llamando mi atención cuando la de Magnus se une a la suya. -Papá tiene miedo de las atracciones. - Pongo una mueca, pero me agarro al asiento cuando la noria empieza a moverse. -No tengo miedo... solo no me gustan. No le veo el gusto a subirse a cosas que chirrían y se tambalean... me gusta mantener los pies en el suelo.

-Oh, pobre Alexander.. siempre con los pies en el suelo. A veces simplemente hay que volar un poco, papá oso. -No puedo evitar la mala mirada cuando la noria se detiene de golpe, la cabina balanceándose peligrosamente a un lado y al otro. -Es muy fácil decirlo cuando no te asustan las alturas. - ¿He dicho ya que odio las norias? Odio las norias.

Un refresco y una manzana de caramelo mas tarde, mi tez vuelve a su color habitual y el mareo parece abandonarme un poco, pero tengo claro que de ahora en adelante a toda atracción mas movida que un tiovivo subirán Magnus y Rafa uno con el otro. 

Cuando horas mas tarde el tren de vuelta a la ciudad agota las energías de Rafa, me permito relajarme. Yo también estoy agotado, parece mentira lo que un día de diversiones puede llegar a cansar. 

Magnus y Rafa han montado en todas las atracciones de la feria, tal y como Magnus había prometido. Incluso hemos dejado que Zoltar nos dé algunas predicciones de futuro. Al final de la tarde, tras compartir un enorme helado con nata por todas partes y un montón de barquillos, hemos decidido que era hora de volver a casa.

-Ha sido un gran día... -sonrío, asintiendo ante sus palabras, Rafa dormido contra mi pecho, su aliento haciendo cosquillas en mi cuello. -Gracias por acompañarnos... no habría sido capaz de montar con Rafa en todos esos sitios... -Ríe ante mis palabras, pero tras unos minutos únicamente apoya la cabeza en mi hombro tras un bostezo, adormilándose. Esta claro que el día ha sido agotador para todos.

Sacudo levemente su hombro cuando el tren anuncia nuestra parada y debemos cambiar a las líneas de metro. Parece desorientado pero sus ojos se abren demasiado cuando se da cuenta de que sigue con nosotros y se ha quedado completamente dormido. -Dios, Alexander... debiste haberme despertado antes. Menudo viaje te habré dado. -Niego divertido, poniéndome en pie. -No ha sido nada. Vamos, anda, o el tren echará a andar de nuevo con nosotros dentro. 

Es ya pasada la hora de la cena cuando nos instalamos en el metro, su parada tres estaciones antes que la nuestra, la pregunta en la punta de mi lengua desde cinco paradas mas allá. Sólo cuando Magnus finalmente se pone de pie a unos segundos de su parada soy capaz de soltarlo. -¿Quieres venir a casa? - Se muestra sorprendido, pero no parece una mala sorpresa. Como única respuesta, se suelta de la barra a la que se había agarrado y vuelve a sentarse a mi lado, una sonrisa sincera dibujada en sus labios. -Me encantaría.

Me evita la vergüenza de maniobrar con las llaves cuando las coge de mi mano, abriendo la puerta y cediéndome el paso. -Voy a acostar a Rafa... como si estuvieras en tu casa. -Me pierdo por el pasillo, entrando en la habitación de mi niño y empezando a desvestirlo, poniendole su pijama favorito antes de arroparlo bajo las sábanas, su cuerpo automáticamente abrazando al pequeño conejo de peluche regalo de Izzy. 

Casi me da un infarto cuando me giro para salir y me topo con Magnus apoyado en el marco de la puerta, su figura tan grácil y hermosa incluso en la penumbra que me dan ganas de mandar todo al garete y simplemente lanzarme a por él. Por desgracia, nunca he sido de los atrevidos. Todavía no se como he conseguido ofrecerle venir. -¿Te apetece una copa? No creo que pueda ofrecerte vino, pero todavía debería quedar alguna cerveza de la última visita de mi hermano. 

-Cualquier cosa estará bien, Alexander. -Lo invito a ponerse cómodo mientras preparo un dulce cocktail sin alcohol que me gusta tomar de vez en cuando. Me descalzo antes de ir a su lado al sofá con ambas copas, sentándome con una pierna bajo mi cuerpo antes de tenderle una de las bebidas. -Especialidad Lightwood... a mi cuñada le encanta agregarle algo de Vodka, pero me temo que viviendo solo con un niño no dejo demasiado espacio a las bebidas alcoholicas.

Brindamos ambos y bebemos, sin quitarnos ojo de encima. La charla casual avanza y cuando quiero darme cuenta el reloj del salón da las 2 de la madrugada. Poco importa... el cansancio se ha ido y es cómodo hablar con Magnus, incluso en la intimidad de mi hogar. No se siente como un extraño. Nunca lo ha hecho. -Entonces...¿que hay de... la madre de Rafa? -Detengo la copa sobre mis labios, el trago que iba a dar nunca llegando a mis labios. Dudo unos segundos pero finalmente suspiro, dejando la copa sobre el posavasos. -Lo siento, ha sido una pregunta impertinente... no tienes porque hablar de ello. 

-Rafael no es mi hijo biológico. -Me encojo de hombros, desviando la mirada a la copa sobre la mesa, los colores de la mezcla separándose tras un rato sin ser agitado. -Un día, cuando estaba por empezar mi tercer año de universidad... simplemente todo mi mundo dio media vuelta. Su madre me importaba demasiado, estaba embarazada y era joven... iban a matarla si se enteraban... Así que simulamos irnos de Erasmus para evitar las visitas a casa. Jamás nos fuimos, pero resulto creíble... -juego con mis pulgares, balanceando levemente mi pierna libre. - Ella era todavía muy joven, estaba en su primer año y se había esforzado tanto... Rafael iba a truncar todos sus planes, a ser un recordatorio constante de su error al confiar en el chico equivocado... y yo me había enamorado lentamente durante todo el embarazo de ese pequeño bebé que estaba por nacer. Ella pensaba darlo en adopción, pero cuando Rafa llegó, no pude dejarlo ir. 

Suspiro, cogiendo la copa de nuevo y dándole un trago, mi garganta seca. - Fue fácil hacer creer a mis padres que Rafa fue fruto de una irresponsabilidad. Una noche de locura en las discotecas italianas y nueve meses mas tarde... había tenido un hijo de una bella pero irresponsable europea. Nunca sospecharon lo que habíamos hecho. Al fin y al cabo, Rafa no deja de ser un Lightwood... los genes están ahí. - Sonrío, negando con la cabeza - aunque desde luego es igualito a mi hermana cuando de cabezonería se trata. 

Daddy, love my teacher!Where stories live. Discover now