Cap.24

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– Oh, ¡qué bonito! – exclamó Susana alcanzando la tela de mi vestido – Yo quiero otro.

Reí al ver su cara de asombro.

– Otro día te vienes de compras conmigo, ¿si? – ella asintió entusiasmada.

– ¿Y Harry? – preguntó levantándose de la cama – ¿Sigue en el baño?

– Sí, pero tengo que ir a ayudarlo, ya sabes que no puede hacer las cosas solo.

Terminé de ponerme los zapatos negros de tacón y caminé hasta la puerta de la habitación abriéndola para dejarle paso.

– ¿Puedo ir yo también? – sonrió traviesa.

– ¿Para qué? ¿Para verlo desnudo? – alcé las cejas y ella rió ruborizándose.

Caminamos de la mano hasta la puerta cerrada del baño y tocamos las dos a la vez con nuestros nudillos.

– ¿Se puede? – pregunté.

– Sí – respondió él. Abrí la puerta y asomé primero la cabeza para asegurarme de que Susana pudiera pasar –. ¿Estás desnudo?

Lo vi metido en la bañera con el agua un poco más abajo de los hombros. Me miraba con una sonrisa pícara. Aquella sonrisa con la que cada mañana se despertaba.

– No, pero si quieres me quito el bañador – alzó las cejas repetidas veces.

– Harry… – susurré para que se callara.

Entonces él pareció darse cuenta de que tras mis piernas estaba Susana observándolo.

– Ugh, que asco – musitó ella –. ¿Vosotros también hacéis esas cosas?

– ¡No! – exclamé rápidamente. Harry comenzó a reír a carcajadas – No, Susana, no.

– Pero sí os besáis mucho, como mamá y papá…

Ella entró por completo a la habitación y se acercó a la bañera. Se colocó detrás de Harry de forma que pudo rodear su cuello con sus bracitos y apoyar su cabeza en el hombro de él. Los dos miraban divertidos mi cara horrorizada.

– Las personas que se quieren mucho se besan, se abrazan, se dan muchos mimos… – le dijo Harry –. Tú también lo harás, pero cuando seas mayor.

De pronto, el sonido del timbre nos sorprendió, haciendo que perdiéramos el hilo de aquella extraña conversación.

– ¡Ya están aquí, ya están aquí! – exclamó ella con efusividad. Comenzó a dar vueltas y a saltar por el baño desesperada – ¿Puedo bajar ya?

– Sí – le dije mientras la veía salir corriendo por el pasillo –. ¡Pero ten cuidado con las escaleras!

Observé atenta como desaparecía rápidamente de mi vista. Suspiré de forma pesada. Que fácil se ve todo cuando eres una miniatura de cinco o seis años. Ojalá pudiera volver a ser una niña inocente como ella.

– Cierra la puerta – Harry habló haciendo que mi vista de nuevo se posara en él. Lo miré con los ojos entrecerrados –, es que cogeré frío – se justificó divertido –. Eres una malpensada, ¿eh?

Un gruñido involuntario a modo de reproche salió de mi garganta. Tras cerrar la puerta, avancé hasta quedar a su lado y me senté en el borde de la bañera.

– No te enfades, sabes que era broma – agarró mi mano inclinándose hacia delante para quedar más cerca –. Sé que no eres tan inmadura como yo para que pienses esas cosas.

Acercó una mano a mi mejilla y echó la cabeza hacia arriba para llegar hasta mis labios. Los movió con parsimonia pasando la lengua por los míos, saboreándolos. Mis manos llegaron hasta su pecho mojado y duro, palpándolo y deleitándome con el tacto de sus músculos. Por unos segundos, tuve la gran necesidad de quitarme el elegante vestido que llevaba ya puesto y meterme en la bañera con él. Pero no podíamos, ahora no.

Vuelo 1227Where stories live. Discover now