Cap.5

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– ¿Tenéis ya los resultados de las pruebas que me hicisteis? – pregunté ansiosa.

– Sí, y he de decirte señorita que te encuentras en perfecto estado – me respondió el doctor con una media sonrisa –, así que venga, a caminar.

– ¿Seguro? – le cuestioné extrañada – Ayer, haciendo el intento, me caí al suelo en menos de dos segundos.

– Sí, segurísimo – me cogió las manos y no me soltó hasta que se aseguró de que me mantenía por mí misma sobre las plantas de mis pies –. Ves, estás perfectamente. Ahora apoya todo tu peso sobre una pierna – me indicó, y yo traté de hacerlo a pesar de que tuve algo de dificultad –. Ahora sobre la otra – volvió a decirme y yo a repetir l mismo proceso –. Perfecto, ahora camina.

Yo lo miré insegura, pero él asintió dándome confianza. Eché una pierna hacia delante, pero no pisé del todo sin antes asegurarme de hacerlo bien, y segundos después continué con la otra. De nuevo con la izquierda y de nuevo con la derecha. Una y otra vez. Poco a poco comencé a pillarle más el tranquillo a eso de volver a caminar y me notaba muy entusiasmada con ello.

– ¡Estoy caminando! ¡Estoy caminando por fin! – exclamé algo más exaltada de lo normal mientras daba vueltas por toda la habitación.

Sirenia, que en ese mismo instante entraba por la puerta, y el doctor, se me quedaron mirando entretenidos y con diversión. Observé de reojo como ella se acercaba a él y le decía unas cosas al oído, pero no pude seguir prestándoles mucha atención, ya que en ese momento mi exaltación era máxima y estaba muy ocupada centrándome en mí y en mis capacidades físicas. No fue hasta que escuché el  sonido de la puerta cerrarse sutilmente, que me di cuenta de que el doctor se había marchado de la habitación.

– ¿A dónde ha ido? Tenía que preguntarle una cosa – me senté en la camilla cabizbaja.

– A ver si no me equivoco, ¿lo que querías preguntarle era si te dejaba volver a ver a Harry? – asumió ella alzando las cejas repetidas veces.

– No – negué, pero ante su mirada inquietante me sentí casi obligada a rectificar –. Bueno… sí, pero es sólo porque me siento sola.

– Lo sé – dijo suavizando su mirada hacia mí. Se sentó a mi lado en la camilla y apoyó su mano en mi hombro –. Y sí, yo te doy permiso para ir a verlo. Pero deberá ser en un ratito, ¿de acuerdo? Ahora mismo lo están operando.

– ¿Qué? ¿Por qué? ¿De qué? – pregunté de pronto alterada – ¿Se encuentra bien? 

– Sí, sí, tranquila. Él está bien – me sonrió con dulzura –. Es sólo que ha estado teniendo algunos problemas por la zona de la clavícula y sangraba mucho por motivo de una hemorragia. Pero no le va a pasar nada, la operación es segura.

– Oh, vale – respiré hondo tranquilizándome – ¿Y cuándo podré verlo?

– Pues creo que esta noche ya estará en su habitación. Si me da tiempo antes de acabar mi turno, yo misma te acompañaré.

– Está bien, gracias – le agradecía más contenta.

Me metí en la camilla de nuevo y me acomodé en ella. Tan sólo eran las doce de la mañana, aún me quedaba un largo día por delante leyendo consejos de moda inútiles para mí y aburriéndome descomunalmente, pero no podía hacer otra cosa. El pensar en pasar mucho más tiempo de mi vida en ese hospital me deprimía mucho, pero si era sincera conmigo misma, yo misma sabía que en esos momentos deprimida me iba a sentir en cualquier sitio en el que estuviera.

– _____, ¿te encuentras bien?

– Sí – mentí, queriendo obviar la cara preocupada de Sirenia.

Vuelo 1227Donde viven las historias. Descúbrelo ahora