CAPITULO 31: Douglas

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—Tus padres están terminando de alistar el almuerzo, los otros están por ahí, y la abuela de Douglas, lee un libro con Genoveva y Franchesca—ellos volvieron a sus asientos.

—Los vemos más tarde—nos despedimos para continuar al interior, se despidieron y continuaron con su partida.

—Es increíble cómo te aman—le pasé un brazo por los hombros.

—Y la verdad no sé por qué, solo he hecho mi trabajo todos estos años y los he tratado con afecto y paciencia—asentí.

—Es por eso. Conozco cientos de hogares geriátricos como estos, aquí y en Canadá y en algunos las condiciones no son las mejores, ni en las instalaciones, ni las mismas personas los tratan con cariño. Tú estás haciendo todo lo contrario—le sonrió a varios abuelos más antes de mirarme a mí.

— ¿Y qué es?—

—Marcar la diferencia—



— ¿Entonces vendrás a quedarte la otra semana?—las miré dialogar, mientras yo ayudaba a mi abuela a subir al auto. La tarde ya iba cayendo.

—Es lo que espero mamá, el viaje está cerca y quiero dejar mis cosas listas antes de irnos. Despedirme de los abuelos tambien entra en el plan—

—Deja de escuchar conversaciones ajenas Douglas Montoya. Alguna vez en Canadá tendré que quitarte ese vicio—sentí el golpe en la cabeza.

—Lo siento abuela. Tienes razón—le cerré la puerta— ¿te divertiste?—asintió sonriendo de oreja a oreja.

—Charlé demasiado con mis amigas, y mira esto, me dieron regalos para llevarme a Canadá. Un lindo suéter de lana y unos pendientes de perlas. ¿No son preciosos?—miré de nuevo a donde estaba Dulce María.

—Lo son—me aparté de ella para abrir la puerta de atrás a mi chica.

—Te quiero mucha mamá, nos vemos en unos días—la abrazó antes de caminar hacia mí y subir al auto con una sonrisa y un dulce: Gracias.

—Y bien par de tórtolos, ¿Qué hicieron en mi ausencia? ¿Llorar? ¿Sufrir?—

—Respirar por fin—bromeé pellizcándole una mejilla a mi abuela—nada fuera de lo normal. Hicimos el picnic, disfrutamos de la vista, y al final regresamos a casa porque la lluvia que tu suplicaste si nos cayó—

Ella batió palmas, riéndose a las carcajadas.

—Dios me ama y cumplió mi petición—nos miró a ambos— ¿entonces que tuvieron que hacer?—

—Dormir—respondí rápidamente antes de que ella sugiriera algo.

Mi abuela miró hacia atrás, y fue el rubor de la enfermera lo que nos delató. Rió picándome en un costado.

—Si claro, mis abuelos tambien se pusieron a dormir, y quince veces seguidas—

—Adela, no digas esas cosas, por favor. Nada pasó en realidad, lo decimos enserio—miré por el retrovisor como ella trataba de esconder su rubor.

—Entonces porque te apenas—la señaló.

—Porque... estaba pensando en otras... cosas, hay no me mires así, nada pasó entre nosotros—mi abuela rió frotando sus manos.

—Como me encanta intimidarte, tendrás que soportarme en Canadá Dudi— Yo preferí guardar silencio y concentrarme en la carretera.

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CON EL CORAZÓNWhere stories live. Discover now