— Gracias. — susurra él.

— Pasad. — nos urge la tía apareciendo otra vez.

Alex coge mi mano, creo que yo misma le he dado permiso para que haga eso. Bien Elena, punto para ti. Me guía hasta un pequeño salón donde hay dos sofás viejos y una butaca. Nos sentamos juntos y él juega con mi mano distraídamente. Me enternece la manera en la que parece que Alex está acostumbrado a mi presencia y la calma que parece que siente a mi lado.

— Federico, Miguel. — llama ella desde las escaleras. — Alex está aquí.

Se oye jaleo por arriba y la tía Águeda se sienta enfrente de nosotros.

— No te esperábamos, como llamaste el otro día... — explica la tía Águeda.

— Ha sido idea de Elena. — miente él.

— Me alegro de que le hayas hecho venir. — dice la tía Águeda sonriéndome. — Nos dijo que no se encontraba muy bien y que le sería imposible poder venir esta semana. Ahora ya veo por qué no podía venir. — dice lanzándole una mirada a Alex. Eso hace que se me retuerza el corazón.

— Alex me ha hablado mucho de usted y de sus hermanos. — digo mientras Alex me aprieta la mano para ponerme más nerviosa, aunque pretendía lo contrario.

— Oh por favor, llámame Tía Águeda, o Águeda. Como prefieras. Que me llames de usted me hace sentir mayor. — ríe ella. — ¿Queréis comer algo?

— No, gracias, acabo de desayunar. — digo yo.

— Traeré el pastel que hice ayer tarde. A Fede no le gusta y a Miguel se lo he tenido que esconder porque no paraba de comerlo. — dice ignorándome.

— ¿Cómo está Fede? — pregunta Alex. La tía Águeda se para y veo cierto dolor en su mirada.

— Como siempre. — dice ella antes de irse.

Alex suspira y yo le miro, como hacía antes. Y él me mira, como lo hacía antes también. Esto no va a salir muy bien.

— No lleva muy bien las cosas. — me explica él apartando la mirada.

— Lo entiendo. — digo no queriendo que me dé explicaciones, justo cuando un niño delgado y con un pelo que necesita un corte se acerca a nosotros. Sonríe y su sonrisa se paraliza un poco cuando me ve.

— Miguel. — sonríe Alex ampliamente levantándose. Miguel le abraza mientras me mira extrañado. Tiene los mismos increíbles ojos de Alex y el pelo más claro.

— Te he echado de menos. — dice susurrando y sin mirarme, como si le diera vergüenza.

— Y yo a ti. — dice Alex. — Mira, es ella. — le dice Alex cogiéndome la mano de nuevo.

Supongo que "ella" soy yo. Y supongo también que le ha hablado de mí. Le ha hablado de mi tanto que no hace falta ni decirle mi nombre. El corazón se me retuerce por segunda vez, y esta vez duele más.

— ¿Elena? — le pregunta Miguel de repente sonriendo a Alex.

— La misma. — digo yo sonriéndole, y entonces Miguel me abraza fuertemente.

— Pensaba que nunca te conocería. — dice Miguel feliz de repente. — Alex me contó que había encontrado a su Margaret por fin. — dice él.

Miro a Alex sin entender y él me sonríe en respuesta. Veo disculpas en su mirada, sé que está preocupado por lo que pueda pensar y sentirme incómoda.

Eso me duele, dañarle, me duele.

Miguel se sienta en el sofá y tira de mí para que me siente a su lado.

Déjame amarte.Where stories live. Discover now