Despertar en sus brazos

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Jean corría a toda velocidad por las calles de Belleville. La oscuridad se cernía sobre ella, la podía sentir a cada paso que daba. Volteó para ver sobre su hombro, en un intento de dilucidar que era lo que estaba pasando realmente.

Al instante algo la agarró por los tobillos, haciéndola caer de bruces sobre las maderas del piso.

Un ser, con apariencia de ser un cadáver en descomposición se le trepó a los hombros, para mirarla fijamente, con ojos vacíos y muertos.

<<¿André?, ¿hermano?>> alcanzó a pensar, llena de terror, tristeza y pesar, cuando el ser abrió la boca para soltar un terrible gemido de angustia.

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Casi pegó un salto de la cama cuando hubo despertado. Parpadeó varias veces intentando despejar su mente de aquella horrible pesadilla, y fijó la mirada en los muebles de la habitación.

Bien, ciertamente no estaba en su camarote, ya que los muebles no eran los suyos, y estaban colocados en diferentes posiciones.

¿En donde se encontraba?, se preguntó la joven al darse la vuelta en la cama con los ojos cerrados, intentando conciliar el sueño otra vez.

Se movió lentamente para encontrar una posición cómoda, cuando su pierna tocó algo tibio y suave debajo de las sábanas.

<<Espera, ¿Qué?>>. Abrió los ojos de par en par, para encontrarse con la espalda ancha y musculosa de un hombre durmiendo a su lado.

<<Connor.>>

Los recuerdos de la noche anterior llenaron su cabeza, haciendo que las mejillas de la francesa se tiñeran de rojo sangre.

No sabía qué pensar. No sabía si siquiera quería pensar.

El hombre a su lado, totalmente ajeno a los desordenados pensamientos de su acompañante, se desperezó, murmurando cosas inteligibles entre sueños.

Ese acto tan mundano por parte del hombre, por alguna razón, logró calmar a la francesa.

Lo observó casi hipnotizada, como los músculos se torneaban bajo la piel cada vez que se movía. Como, al respirar tan calmado, parecía una pantera descansando al sol.

Los minutos pasaron, y la mente de la pirata seguía estática, sumergida en un océano de calma. Hasta que una voz la sacó de sus ensoñaciones.

-¿Sweetheart?- Connor la miraba con los ojos entreabiertos, y una suave sonrisa en los labios.

Jean no alcanzó a responder, cuando el hombre mohawk se movió de su lugar en la cama para abrazarla y susurrarle dulcemente al oído.

Soltó una risa aguda, cuando Connor la tomó de las muñecas para volver a posicionarse sobre ella.

La mujer se regañó mentalmente por haber tenido pensamientos tan desordenados.

¿Por qué?, porque en la vida, la francesa, no querría despertar de otra manera.

No querría despertar de otra maneraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora