Una cena de amigos

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- Espero sorprenderla esta noche señorita Steele – entramos en el ascensor. Lo miro de reojo y veo esa sonrisa socarrona arrogante pero tan sexy y propia de él. Cuando me doy cuenta que marca en el tablero el último piso me sorprendo. ¿Acaso en este edificio hay un maldito restaurant que yo no sepa?

- No, no entiendo – lo miro confusa – ¿Por qué nos dirigimos hasta el último piso?

- Es parte de la sorpresa Señorita Steele – suelta una risita al ver mi cara de desconcierto. Cuando llegamos, hace un ademan para que salgamos del ascensor, sin embargo quedo en la confusión al ver la puerta que da a las escalera de la azotea – Por aquí por favor – me guía con su mano que se posa en mi espalda. Esta situación ya me desagrada y mas el hecho de que él sepa mas sobre el lugar en donde vivo. Al salir hasta la azotea, un golpe de viento me envuelve, abrazándome a mí misma, sin embargo unas cálidas y suaves manos se posan en mis hombros y caen, deslizándose por mis brazos provocando esa electrizante sensación en mi cuerpo – Creo que no pensé en todo – susurra cerca de mi oído y al instante su chaqueta me abriga de la fresca noche de Seattle. Caminamos unos pasos y me sorprendo al ver una mesa en medio de la azotea cubierta por un mantel blanco y elegantes cubiertos y copas, el lugar está iluminado por faroles de luces que forman un cuadrado alrededor de la mesa. Sin embargo, la vista de las luces de la ciudad iluminando el Elliot Bay llama por completo mi atención.

- Es hermoso – mis ojos recorren toda la desconocida panorámica que la azotea de mi edificio ofrece – No tenía la menor idea que Seattle se viera así de noche.

- Lo es – Christian está al lado mío, observándome como me pierdo en las luces. No sé cuantos segundos transcurren cuando lo escucho carraspear – Recuerde señorita Steele que la he invitado a cenar – señala la mesa, invitándome a sentar en unas de las sillas.

¿En qué momento preparo todo esto?

Sin poder salir de mi asombro, hago caso a su petición.

- Esto es simplemente maravilloso – digo. Él rodea la mesa y se sienta, quedando frente a mí. Su rostro muestra un deje de orgullo.

- Me parece que aprovechar las cosas simples que la noche de la ciudad pueda ofrecernos, es una excelente oportunidad de iniciar una relación – enarco una ceja – De amigos, claro.

- Soy su doctora señor Grey – sonrió levemente.

- Si lo es – de la nada aparece un hombre joven, vestido de pantalón negro y camisa blanca, trayendo con él una botella de vino la cual se la enseña a Christian, quien asiente – Pero, es mi doctora tres días a la semana, en su consulta. Creo que no exista algún inconveniente el relacionarnos más – levanta su copa – Por su nuevo apartamento señorita Steele – chocamos nuestras copas – Y por nuestra nueva...amistad.

Sus hipnotizantés ojos logran captar mi mirada. No tengo la certeza de que sus últimas palabras tengan más de un simple significado de amistad. Mi subconsciente me ordena detener los pensamientos que comienzan a disipar en mi cabeza y debo obedecer. No sé hasta dónde puede llegar todo esto, aun más el tener que verlo tres veces a la semana, sin embargo esta cena, a la luz de la noche, rompe todas las barreras que mi conciencia construye entre él y yo.

- Salud señor Grey – solo es una cena Steele. No hay nada malo en ello. Deja de complicarte por cosas que solo en tu mente suceden. Además no hay nadie acá que pueda reconocerlo, a excepción del mesero que nos sirve esta noche – Debo de reconocer que me ha sorprendido.

- Esas eran mis expectativas – sonríe lobuno – Además no soy un hombre que suela invitar a mujeres a cenar. Créame que es algo nuevo para mí también.

- ¿Y sus conquistas las busca por un catalogo? – Enarco una ceja – Recuerdo muy bien su peculiar gusto señor Grey.

- Dejemos eso para nuestras terapias – vuelve a beber de su copa – Esta noche es sobre Anastasia y Christian. Dos amigos que están iniciando – levanta su copa – una beneficiosa relación de amistad.

- Pues por la amistad entonces.

El mesero nos comienza a servir la cena, un delicioso solomillo con verduras salteadas, miro por el lugar y me pregunto cómo pudo preparar todo esto. La presentación del plato luce verdaderamente elegante y el sabor es único.

Durante la cena, me sorprendo ver otra faceta de Christian, una más relajada y de alguien que se comporta de acuerdo a su edad, sin embargo sigue siendo un misterio, algo de él me resulta terriblemente atractivo. El saber que esconde enigmas, que debo descifrar me consume la cabeza. A mis ojos y los del mundo es la perfección, pero detrás de todo eso se que existe otro Christian, uno distinto al que estoy empezando a conocer.

- Debo decir una vez más que luces hermosa Anastasia – Oh dios. Me encanta como sale mi nombre de su boca. La forma de serpentear la S de sus labios. Oh esos labios. Detente ahí Steele – ¿Cuántos corazones rotos dejo en su estadía en Londres?

Vaya. Que cambio de tema.

- Ninguno – me encojo de hombros – En el tiempo que estuve en Londres, me dedique al doctorado. No podía desperdiciar esta oportunidad y si me enamoraba hubiera perdido mi norte.

- Ya veo – dice taciturno.

- Y ¿usted? ¿Cuántos son los corazones rotos que ha dejado? – la idea de con cuantas mujeres haya estado me incomoda. No sé si es algo que quisiera saber

¿Celos Anastasia?

- Digamos que ese tipo de relaciones no van conmigo, No me interesan – ¿Qué? ¿Nunca se ha enamorado? – Pero creo que uno debe estar dispuesto a probar. No es bueno siempre quedarse en el chocolate. La vainilla puede resultar tentadoramente exquisita – una leve esperanza nace en mi interior, pero mi subconsciente se encarga de recordarme una vez más los riesgos de tener una relación con mi paciente.

- Creo que es hora que baje a mi apartamento – miro mi reloj. Ambos nos levantamos de la silla, cuando me muevo para quitarme su chaqueta, siento la presencia de Christian muy cerca de mí.

- De verdad muchas gracias por aceptar mi invitación a cenar – oh mi dios. Esa linda sonrisa de niño de nuevo. Me rodeo con mis brazos para sentirme segura – Fue una noche realmente increíble y con su presencia ha sido magnifica – puede ser más dulce.

Ey hombre no me la estás haciendo para nada fácil

Bajamos en completo silencio hasta mi apartamento. Ninguno dice nada, sin embargo siento la mirada de Christian sobre mí.

- Muchas gracias por la cena Christian – me cruzo de brazos – Realmente fue muy dulce todo lo que hiciste.

- Me alegro mucho que te gustara, pero créeme que debo ser yo el que te debe dar las gracias por aceptar la invitación – su mirada se ilumina – Me gusta tu compañía Anastasia.

Sin pensarlo, me inclino y beso su mejilla, el roce de su piel con la mía despierta ese cosquilleo en mi estomago, dejándome mucho más nerviosa que esta mañana. Puedo sentir como inhala aire cuando me despido de él y la cálida corriente de su respiración me envuelve por completo.

- Adiós Christian.

- Adiós Anastasia – nos miramos unos segundos más, para luego abrir la puerta de mi apartamento. Al entrar lo veo por última vez y veo como su mirada se oscurece, tocando su mejilla donde lo bese.

Al cerrar la puerta, me desplomo contra la pared recordando en detalle la última hora que compartí con él. Sería tonto negar que no me sucede nada con Christian y también sería lo suficientemente estúpida para no darme cuenta que no le soy indiferente, entusiasmándome por que quizá pueda gustarle alguien tan especial como lo es Christian Grey. Tiro mi bolso de mano en el sofá y me deshago de mis zapatos para emprender camino a mi habitación, dejándome caer en la cama.

Para pensar en únicamente...Christian Grey.


Mis oraciones y mis esperanzas esta en el pueblo de México y Puerto Rico. Demuestra tu fuerza y tu lucha ante las adversidades de la naturaleza, levántate sobre tus cimientos y vuelve a sonreír a la vida, al mundo y a ti mismo.

Bendiciones

Ignacia.

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⏰ Last updated: Sep 20, 2017 ⏰

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